diumenge, d’abril 30, 2006



Dimecres, 3 de maig

El amor

Enrique Vila-Matas

Love is blind 1 El amor es ciego, pero el matrimonio le devuelve la vista" (Lichtenberg).

2 Una encuesta ha revelado que la palabra amor es la más apreciada por los españoles. Creo que anda en lo cierto quien ha sugerido que la encuesta miente y en realidad la palabra preferida y más en boca de todos los españoles es dinero. Dinero, ésa es la palabra. ¿Acaso oímos hablar del amor por ahí, por nuestras plazas y calles? ¡Pero si ni siquiera ya es posible preguntarse de qué hablamos cuando hablamos del amor!

3 Pregón nocturno de Antonio Tabucchi en el Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde Clos le llama "Tabuxi" repetidas veces y el escritor italiano, que contiene algún que otro bostezo, queda sorprendido cuando se entera de que su anfitrión es anestesista. "¿Anestesia el amor?", parece estar preguntándose Tabucchi. Al día siguiente, almorzamos en el restaurante Principal de la calle de Provença, que se convierte de pronto en sede central de un nuevo movimiento literario. Tanto Tabucchi como yo pensamos que la nueva narrativa camina hacia el postre moderno que sirven en este local. La postremodernidad es un club que sólo tiene por ahora dos socios. Pensamos impedir el paso a ciertos descerebrados que dan lecciones en sus rancios blogs sobre lo posmoderno. "Estos retrasados sólo podrán entrar en el club a título póstrumo", sentencia Tabucchi, el presidente.

4 "No hay relación sexual", dijo Lacan en su momento, y causó sorpresa en el mundo civilizado (en España no hubo tal extrañeza porque ni se enteraron, es decir, siguieron follando). Pero el mundo civilizado se escandalizó. En realidad lo que quiso decir Lacan no fue que el amor no existe (y mucho menos que una consumación sexual feliz es imposible, como interpretaron algunos progres de la época), sino algo mucho más simple y radical: que no hay ciencia del amor ni fórmulas para él. ¿Por qué? Porque el sexo coloca a la razón en conflicto consigo misma, es el lugar donde la razón trastabilla.

5 El amor es una invención de Occidente. Léase a Denis de Rougemont. O bien al maestro Proust, casi siempre infalible cuando habla del amor: "Amamos a partir de una sonrisa, una mirada, un hombro. Con eso basta; entonces, en las largas horas de esperanza o de tristeza, fabricamos una persona, componemos un carácter".

6 Me acuerdo de que Stendhal en su brillante libro Del amor agota todo lo que puede decirse, de forma razonable, sobre el tema. Allí creo recordar que es donde dice que el primer amor de un joven que está entrando en el mundo es normalmente un amor ambicioso y que raramente se inclina por una jovencita dulce, amable, inocente; sólo muchos años después cambia de gustos y comienza a reparar en las virtudes de la dulzura, la amabilidad y la inocencia.

Stendhal se enamoró en Italia y dicen que en realidad se enamoró de Italia. Su coup de foudre adoptó el rostro de una actriz que cantaba en Ivrea El matrimonio secreto, de Cimarosa. Recuerdo que la actriz tenía un diente delantero roto. Pero, por supuesto, eso no tuvo la menor importancia para el repentino enamorado. Y es que el coup de foudre nunca repara en nimiedades de este estilo.

Y en fin. Recuerdo que Werther -el romántico personaje de Goethe- se enamora de Carlota, apenas entrevista por una puerta mientras corta rodajas de pan para sus hermanitos, y esta primera visión, aunque trivial, va a conducir a Werther a la más fuerte de las pasiones y al suicidio.

Mi conclusión provisional: el amor se instaura sin razón aparente.

7 Amor catalán en Sant Jordi por los best sellers. Satisfacción general de mis paisanos. "Ya nos hemos normalizado", oí decir el domingo pasado. De la mano de algo que leí del argentino César Aira, paso a limpio mis pensamientos. Veamos. El best seller salió de la idea anglosajona de crear un entretenimiento masivo que usara como soporte la literatura. Dice Aira: "Es algo así como literatura destinada a gente que no lee ni quiere leer literatura, y a la que no hay que reprocharle nada, por supuesto; sería como reprocharle su inhibición a gente que no quiere practicar caza submarina".

El best seller es material de lectura para gente que, si no existiera ese material, no leería nada. De ahí lo injustificado de aquellos que viven alarmados pensando que declina el lector literario. Creer que alguien pueda dejar de leer a Franz Kafka para leer a Isabel Allende es una ingenuidad.

El libro literario siempre es parte de una biblioteca. Aislado, vale muy poco. "El símbolo genuino del aficionado a la literatura", dice Aira, "no es el libro, sino la biblioteca. Y eso se debe a que la literatura hace sistema". Me acuerdo de que hace muchos años leí ¡Mira los arlequines!, de Nabokov, y me gustó tanto que empecé a buscar los libros de este autor publicados en España, y también recuerdo que esos libros me hicieron pasar a leer a autores que Nabokov apreciaba y fui nadando en círculos concéntricos que terminaron abarcando la literatura entera. "En cambio", dice Aira, "si uno lee un best seller, por ejemplo una novela sobre el contrabando de material radiactivo en el Báltico, y le gusta, aunque sea el libro que más le ha gustado en su vida, es muy improbable que uno sienta deseos de leer otra novela sobre contrabando de material radiactivo en el Báltico, ni siquiera otra novela que pase en el Báltico".

En el fondo, el problema no es que sea horrible que el libro literario sea minoritario, sino todo lo contrario: el problema es que esa clase de libro quiera dejar de ser minoritario.

8 Cuando voy por la Rue Vaneau de París y paso por delante del antiguo domicilio de Julien Green me acuerdo siempre de algo que escribió sobre el amor: "Para quien no anda preparado para ser visitado por él, el Amor es una molestia considerable".

Dietario voluble- Enrique Vila-Matas El Pais/ 30-4-06 >

divendres, d’abril 14, 2006



Divendres, 14 d'abril

Petirrojo

Manuel Vicent

Pit-roig El petirrojo pasa los veranos en el norte de Europa donde las costumbres de este pájaro son absolutamente respetadas: entra en las cocinas de las casas y los padres, los niños, los perros y los gatos lo aceptan como uno más de la familia. El petirrojo no es un pájaro audaz, sino simplemente confiado, porque después de veranear durante siglos en Escandinavia, en Holanda o en Inglaterra lleva esta coexistencia pacífica codificada en su cerebro, pese a que éste es del tamaño de un cacahuete. Cuando comienza el frío en Europa el petirrojo viene a invernar a España y aquí trata de seguir practicando las mismas reglas que ha aprendido en aquella refinada escuela de verano. Una mañana de noviembre se presenta en el alfeizar de la ventana y, sin pensarlo dos veces, da una ligera revolada y se posa en una mesa para picotear las migas que han quedado del desayuno. A pequeños saltos conquista después el interior de la cocina hasta llegar al fregadero. Un gato español no es ni de lejos un gato de Escandinavia. Mientras el petirrojo va saltando de acá para allá, el gato español, adormilado en un rincón, se despierta y en el primer momento no da crédito a lo que ven sus ojos. ¿Cómo es posible, parece pensar, que este insensato se meta en mis dominios sin saber el peligro que corre?. El gato se relame, se acerca muy despacio por detrás, da un zarpazo y se come al pájaro. Puede suceder que al dueño de la casa le gusten también los pajaritos fritos: en este caso entre él y el gato se establece una dura competencia por ver quien se lo zampa primero. Si esta lección de ornitología se aplicara a la política española actual, sin duda, el petirrojo audaz sería Rodríguez Zapatero, que se ha metido hasta el fondo en la cocina del poder, creyendose firmemente su papel de demócrata aprendido de sus antepasados republicanos. Otros políticos socialistas en el subconsciente creían que habían llegado a la Moncloa por un favor pasajero de la derecha; en cambio Zapatero es el primero que gobierna desde la izquierda sin complejo de okupa e incluso puede suceder que en esta vez el petirrojo se coma al gato. Una política progresista ejecutada con plena convicción podría convertir en poco tiempo en una antigualla a esos políticos de la derecha agreste, que sólo dan zarpazos y mientras el petirrojo los evita dando pequeños saltos en la cocina, dentro de unos años, al volver la vista a atrás, tal vez se vea lo lejos y antiguos que han quedado Rajoy y Aznar, sentados en la moqueta sin quitarse la corbata.

El País/ 26/3/06

dissabte, d’abril 08, 2006



Diumenge, 9 d'abril

Los espejos de la confitería

Ignacio Vidal-Folch

mirall "El espejo que soy me deshabita". Este endecasílabo, el primero de un soneto famoso de Octavio Paz, poema mareante de azogues y reflejos, lo glosaba Savater en uno de sus primeros libros, creo que a propósito de Borges y de su conocido horror por los espejos, o quizá a propósito del relato de Carroll, en el que la niña Alicia entra en el mundo que se encuentra "al otro lado" del espejo; es curioso que hay frases así que tienen un poder que las hace inolvidables. Paz no es santo de mi devoción, pero desde que leí el sonetazo mascullo "el espejo que soy me deshabita" cada vez que entro en el bonito café bar La Confitería, local de estilo modernista, en la calle de Sant Pau, muy cerca del Paralelo. Aunque este establecimiento ahora abre también de día, es bien conocido por los noctámbulos, pues solía ser cita de trasnoche, para desparramarse luego por lugares más bravíos de los alrededores. Y es precisamente a altas horas de la noche, según recuerdo, cuando más impresionante resulta, destacando espectralmente en la semipenumbra el efecto de los espejos situados el uno frente al otro, a ambos lados de la mesita redonda que da a la ventana. El cliente se ve en el espejo de enfrente, y su imagen, rebotada por el espejo que tiene a la espalda, es rebotada también, y así hasta el infinito o hasta las posibilidades de observación retiniana, y parece que haya un ejército ordenado de tipos con idéntica cara, de manera que en el mundo del espejo se cumple el ensueño de Andy Warhol cantado por Lou Reed en Faces and names: "Si todos tuviéramos la misma cara y el mismo nombre, yo no estaría celoso de ti, ni tú celoso de mí"; una fantasía, desde luego, rara, rara, rara.

No dudo de que más de un Narciso y más de una coqueta habrán sentido fascinación al ver multiplicado hasta el infinito en esas frías aguas su propio, amado rostro. Sin embargo, estas proyecciones espaciales que se alejan, en perfecta y ordenada perspectiva, hacia el fondo, hacia el fondo de las aguas del espejo, son alusivas al paso del tiempo, y de ahí su uso en las películas freudianas y el indefinido malestar que despiertan en la inmensa mayoría de los que se ven inadvertidamente atrapados entre las dos lunas del bar La Confitería.

colonne sans fin Como ya he dicho, cuando entro allí primero musito el verso de Paz, pero enseguida recuerdo la columna sin fin de Brancusi, que propone, en el lenguaje de la escultura, un juego de encadenamiento de la misma forma una y otra vez, con posibilidades de no concluir nunca, y que, como el juego de los espejos, tiene un efecto ambivalente: la columna sin fin -"colonne sans fin", la llamaba, en francés, el autor, y eso significa sin final, pero también inconclusa- es una forma de exaltación, de elegante proyección hacia lo alto, pero también un signo funerario, y así, en función conmemorativa de héroes del pasado, es como figura en su primer emplazamiento, junto a otras esculturas de Brancusi, en el parque de Targu Jiu, en su Rumania natal, que abandonó en beneficio de París.

"A la vez frágil y elástica, se extiende como una línea melódica sin fin", dicen en el catálogo de la reciente exposición en la Tate. Allí se reproducen varias fotos del taller de Brancusi, tomadas por el mismo escultor, que había dispuesto sus piezas en el espacio para obtener composiciones complejas y sugestivas, algunas de ellas como cuadros cubistas. Asoman aquí y allí, detrás de las demás esculturas, varias de aquellas columnas de madera o de metal, y nos sobrecogen como vastas presencias totémicas, o nos invitan a lanzarnos alegremente hacia lo alto trepando por sus aristas como por escalones que mantienen desde el principio al final un ritmo sostenido e incansable.

Como escultor, Brancusi se encontró entre dos mundos; tenía un pie en la escultura colosal y "heroica" de Rodin, en cuyo estudio trabajó algún tiempo, pero el otro ya estaba en las vanguardias y la abstracción. Siendo tan elegante y tan elemental la forma de la columna sin fin, habiendo él esculpido muchas en diferentes materiales, y viviendo nosotros como vivimos en la posmodernidad, no costaría nada encargar una reproducción y plantarla, por ejemplo, junto a la torre de Collserola, o junto al mamut de la Ciutadella, con el que desde luego formaría un conjunto enigmático. O ponerla como soporte cubista de una farola, como se hizo en Praga, donde la podemos ver en el recodo entre la avenida Nacional y la plaza de Wenceslao. Aunque, bien pensado, eso es rebajarla.

Yo me conformaría con tener en mi escritorio, junto a las estatuillas de los dos pingüinos con chistera, que silenciosamente y como quien no quiere la cosa me traen suerte, una de sus famosas "musas dormidas", esas cabezas elipsoides en mármol blanco, en que los rasgos del rostro y las líneas del cabello están sugeridos más que esculpidos, como si la musa, más que brotar de la piedra, estuviera reintegrándose a ella.

Duermen esas musas suyas casi como piedras; tan apaciblemente, que estoy seguro de que con sólo acariciar de vez en cuando su fría frente, con sólo rozarla, se siente un profundo, profundo descanso de piedra.

El País/8-4-06

Enllaços
Lou Read "Faces and names"
Brancusi

diumenge, d’abril 02, 2006



Diumenge, 2 d'abril

Próstata

Juan José Millás

devil and god Dios y Luzbel coincidieron en la consulta del urólogo. Tras recibir malas noticias respecto a sus próstatas, Dios propuso que fueran a tomar un café. El diablo, que se jactaba de haber inventado la lucha de clases, se resistió por miedo a que aquello dañara su reputación. Pero el Todopoderoso dijo que se lo debía: "No habrías podido descubrir la lucha de clases si yo no hubiera concebido previamente las clases". Tras pedir las consumiciones, Dios le preguntó quién le había recomendado aquel urólogo, y si podía pagarlo. "Le compré el alma al poco de que terminara la carrera", dijo Satán, "a cambio del éxito. Durante estos años han pasado por sus manos las próstatas de los artistas más famosos, de los escritores con más prestigio, de los obispos con la mitra más larga... No me cobra nada con la esperanza de que en un arranque de generosidad le devuelva el alma. Si nos saca adelante, igual se la devuelvo".

Dios le agradeció el interés por su salud, pero dijo que había pocas esperanzas. "Además", añadió, "estoy cansado de llevar esta doble vida. Predico la bondad, pero ya ves que la gente tortura y mata y se suicida en mi nombre. Al principio me divertía que resultara tan fácil proclamar una cosa y hacer otra, pero ha dejado de hacerme gracia. También tú estarías harto si tus seguidores fueran tipos como Bush o Bin Laden. La verdad es que habría dado cualquier cosa por tener entre mis filas a algunos de tus admiradores". "Si te gusta Julio Iglesias", objetó el diablo, "no puedes pretender llenar los estadios con aficionados a los Rolling. Tienes que ser un poco coherente". "Hay algo", añadió Dios, "que llevo muy mal, y es la sospecha de que al final tú has sido el más feliz de los dos".

"No te creas", respondió el diablo, "cuando me di cuenta de que yo, comparado contigo, era un pedazo de pan, se me vino el mundo abajo. Por más empeño que ponía en hacer bien el mal, tú siempre me sacabas una cabeza de ventaja. Por decirlo rápido: yo debería haber inventado las clases sociales, desde luego, pero también la Inquisición, y el Opus y los cilicios de siete puntas". "Total, que somos un par de fracasados", resumió el Creador llamando al camarero. Pagó la cuenta el diablo, porque Dios no llevaba suelto.

El Pais/ 31-3-2006