dijous, de desembre 18, 2003

Dijous, 18 de desembre


ÀLEX BARNET

BARCELONA. – Microsoft ha aplicado el llamado “fin del ciclo de vida” al Windows 98, uno de sus sistemas operativos más populares y que junto con el Windows 95 –liquidado hace un año– ha convertido a la empresa norteamericana creada por Bill Gates en el gigante que domina más del 90% del mercado mundial de los sistemas operativos para ordenador.

Windows 98 ya no se instalaba desde hacía tiempo en máquinas nuevas, pero, según datos de la industria, aún está instalado en al menos un 20% del parque de ordenadores. Por tanto, su eliminación, aunque forma parte de la dinámica habitual de los productos de Microsoft, tendrá efectos importantes en el mercado, ya que empujará a los usuarios hacia la adopción de sistemas operativos más modernos y, de rebote, probablemente al cambio de ordenador.

La medida, anunciada esta semana de manera muy discreta, y sin comentarios por parte de Microsoft, implica que la compañía ya no publicará más actualizaciones ni parches del sistema y que a partir del 16 de enero del 2004 no facilitará ningún tipo de soporte técnico directo a quienes utilicen Windows 98.

Los usuarios que tengan problemas podrán consultar a terceros o utilizar algunos recursos on-line disponibles en la web de la compañía, compuestos por bases de datos en que los mismos usuarios exponen problemas y posibles soluciones.

Los Windows 98 instalados en los ordenadores, lógicamente, seguirán funcionando igual después de esta liquidación, pero la falta de actualizaciones y parches de seguridad será un elemento decisivo que en los próximos meses empujará con toda probabilidad a los usuarios hacia el cambio de sistema operativo. Y, en muchos casos, de ordenador, ya que programas como el Windows XP difícilmente funcionan o dan un rendimiento óptimo en máquinas con cinco años de antigüedad, como son muchos equipos que aún utilizan Windows 98.

Tras Windows 98, Microsoft ya ha publicado Windows NT, Windows 2000, Windows ME (Millenium Edition) y Windows XP, que es el que ha tenido más repercusión comercial.

En estos cinco años, la fabricación de ordenadores –que industrialmente se rige por la llamada ley de Moore, por la que, más o menos, cada 18 meses se dobla su potencial–, ha dado un salto importante y actualmente tienen mucha más capacidad de procesamiento de datos y recursos de memoria.

De ahí que los sistemas operativos más modernos estén diseñados para equipos potentes. Y de ahí que los argumentos acerca del fin lógico de las tecnologías y sobre las mejoras que implica el software más moderno deban verse también en la perspectiva del interés comercial que las dos compañías de referencia en el mercado mundial de la informática, Microsoft (sistemas operativos) e Intel (procesadores para ordenador), tienen en el recambio continuo de equipos.

La crisis económica de los últimos años ha alargado los ciclos de vida que los usuarios particulares y empresas están dado a los ordenadores más allá de los cinco años, una fecha que difícilmente encaja con los esquemas de la industria, que contemplan los tres años como fecha tope para el recambio.

Microsoft ha anunciado también la creación de un grupo que se centrará en desarrollar tecnología para el próximo sistema Windows –aunque no se llamará así–, que saldrá el 2005 o el 2006, informa Reuters.

(La Vanguardia/ 18-12-03)

dissabte, de desembre 13, 2003

Dissabte, 13 de desembre



Canvi de guió

 Toni Soler ens avança el canvi de guió que ens reserva aquest nadal. Val més estar avisats perquè no ens agafi per sorpresa.


Feliz Navidad, quien seas

Qué impericia, qué falta de previsión. Parece mentira que en un país como el nuestro, donde todo lo importante se deja para “passat festes”, el primer cambio de Gobierno en 23 años tenga lugar en plena temporada navideña. Si no les conociera, diría que Pujol y Mas escogieron la fecha de las elecciones a voleo, porque si no, no se explica que nos abocaran a todos a un interregno en fechas tan señaladas. Los electores podemos soportarlo; pero los funcionarios y los altos cargos de la Generalitat, a lo mejor no.

En Navidad hay que estar por lo que hay que estar, es decir, por los regalos, las comilonas y –si sobra tiempo– por la paz en el mundo. En la Generalitat, lo mismo. El Presidente tiene que preocuparse de su mensaje de Navidad o fin de año; los altos cargos tienen que cuadrar presupuesto, aunque sea a mandobles. Los cargos de confianza tienen que repartir regalos. Y los funcionarios tienen que organizar la cena de “germanor” y comprar la pijada de menos de seis euros para el amigo invisible.

Éstas son las prioridades de un gobierno normal cuando llega Navidad. Y no es de recibo que al nuestro se le corte el rollo por un quítame allá un pacto de izquierdas.

 Ahora quieren que se instaure la zozobra y que, en plenas fiestas, ante la chimenea y con pantuflas, aparezca Pasqual Maragall en TV3 entonando lo de “benvolguts compatriotes...”. De sopetón. Lo siento, pero no; antes nos tenemos que hacer a la ausencia de Pujol, que es como la ausencia de Papá Noel. Y necesitamos algunos meses para acostumbrarnos a ver a Maragall inaugurando cosas. Sólo entonces podremos escuchar su mensaje navideño (por cierto, ¿el de la Diada lo hará Carod, o en este punto no hay cuotas?).

Las cenas. Normalmente son una ocasión para el hermanamiento laboral, el compadreo y –a lo mejor– cierta explosión erótica entre compañeros de negociado que llevan meses ojeándose en silencio. En cambio, con el pacto de izquierdas de la puñeta, las cenas de los departamentos de la Generalitat se verán teñidas de cierto aire de despedida, porque para algunos de los presentes (el mandamás, el cargo de confianza, el comisario y el enchufado) será la última cena. Y a la hora de los chupitos se pondrán melancólicos. O fogosos, porque el que se larga no tiene nada que perder y tira tejos con mayor ligereza.

Un cambio de gobierno en Navidad también es una jugarreta para la sociedad civil. En concreto, para las empresas y entidades que gustan de quedar bien con el poder, y suelen mandar repletas “paneres” o generosos obsequios a todos los consellers. A estas alturas, los paquetes ya han sido enviados. Pero, ¿a quién? Los consellers salientes ya no mandan, luego no merecen regalos. Y los nuevos todavía no tienen nombre ni apellidos. Así que la tarjetita de rigor sólo pondrá: “Feliz Navidad, conseller”. Aunque tendría que añadir: “No nos importa tu nombre, ni tus siglas: sólo tu cargo, tu presupuesto, y tus encargos presentes y futuros, que esperamos que estén a la altura de este obsequio”. Y a por otro próspero año nuevo.

La Vanguardia/ 13-12-03