divendres, de novembre 21, 2003

Divendres, 21 de novembre


Self-service


Declaracio dels drets humansLa declaració dels drets humans reconeix que tothom és lliure de triar la seva nacionalitat. No ho entenen pas així els estats que han construït la seva història a base d'arrabassar la dels altres.

Els resultats de les eleccions catalanes del 16 de novembre han tornat a posar aquest dret sobre la taula. Tots el desitjàvem. Però sembla que l'Estat espanyol continua posant un únic plat a taula i desprecia els altres.Juan José Millás es queixa d'aquest règim de pa i aigua per a tots, i planteja que algú inventi una altra nacionalitat on pugui demanar asil.




Nacionalidades

Lo diré sin ambages (qué rayos querrá decir ambages): si yo dispusiera de un nacionalismo alternativo que me protegiera del nacionalismo casposo, inculto, pendenciero y sudado del PP, me refugiaría bajo su techo hasta que pasara esta tormenta histórica. Y eso que no soy nacionalista. Dejen, pues, de echarse la culpa unos a otros por el ascenso de ERC en las elecciones catalanas. Si no hubiera más remedio que pertenecer a una nación, yo no sé a cuál me apuntaría, pero sí de la que saldría huyendo como de la peste: de la España rencorosa de Aznar, de la España taimada de Rajoy, de la España mentirosa de Arenas, de la España matona de Cascos, de la España agresiva de Ana de Palacio, de la España meapilas de Michavila o Acebes, de la España machista de Zaplana, de la España tétrica de Fraga Iribarne, de la engominada de Piqué... Si la tensión con los llamados nacionalismos periféricos no ha hecho más que aumentar a la sombra de la mayoría absoluta del PP, quizá sea porque a veces no sabemos lo que queremos, pero tenemos muy claro lo que no y lo expresamos de ese modo.

Por otra parte, si yo fuera un votante de ERC, estaría indignado por el modo en que se refieren a esta formación las autoridades. Hablan de ella como de un tumor que le hubiera salido al sistema cuando, que yo sepa, se trata de un partido legalmente constituido que tiene, como todos, la aspiración legítima de ser votado y gobernar. Quiere decirse que los cientos de miles de señoras y señores que han escogido a esa formación no deberían ser tratados por los representantes del Gobierno central como agentes infecciosos, sino como adultos responsables que han elegido la opción que les venía en gana porque creían que esto era una democracia.

Se empieza con referencias despectivas a "los comunistas" y se acaba negando el pan y la sal al otro. Lo malo es que cada día es más fácil caer en la condición de otro: basta con que te produzca un escalofrío la oquedad intelectual de Bush, el acento tejano de Aznar, el expediente de regulación de empleo de Antena 3, o el desparpajo político de Esperanza Aguirre, encantada en su papel de fotocopia. A ver si alguien inventa una nacionalidad otra en la que pedir asilo.

El Pais/ 21-11-03

dissabte, de novembre 08, 2003

Dissabte, 8 de novembre


Juan José Millás


Diario



illaMi marido le regaló a mi hijo un recipiente de plástico con una islita, también de plástico, en cuyo centro se yergue una palmera de plástico. Lo lógico es que en su interior viviera una tortuga de plástico, pero vive una de verdad. Cuando mi hijo se va al colegio, le cambio el agua y la observo nadar. Tras el ejercicio, se sube a la isla, se coloca debajo de la palmera y extiende el cuello y las patas como si estuviera tomando el sol del Caribe, aunque la habitación de mi hijo es muy oscura. La muy tonta no se ha dado cuenta de que todo lo que le rodea es de mentira. "¿Pero por qué no te cortas las venas?", le pregunto yo imaginando lo horrible que tiene que ser el paisaje que se ve desde la isla de plástico, incluida mi cara, que a esas horas parece la de una muerta.

Pero no se corta las venas. Lleva con nosotros tres años y ha sobrevivido a suplicios que me da vergüenza relatar. Ello pese a que la trato como me gustaría que me trataran a mí si fuera un galápago. Estos primeros días de frío, por ejemplo, le pongo el agua a la temperatura del Caribe (nunca he estado allí, pero me lo imagino) y de vez en cuando, en lugar de la típica comida de tortuga, le echo carne picada, que le gusta con locura. Lo de la carne picada lo descubrí por casualidad, un día que estaba haciendo albóndigas y me la llevé a la cocina para tener un poco de compañía. La verdad es que aunque por un lado da gusto ver cómo se la come, por otro da miedo. La otra noche me desperté y fui al cuarto de mi hijo para comprobar que él estaba entero y ella dormida.

El jueves, mientras preparaba uno de los primeros cocidos de la temporada, me vi separando instintivamente un trozo de carne de morcillo para el bicho y me pregunté por qué me había identificado con él de esa manera. Al principio no encontré respuesta, pero luego, al asomarme al patio para tender la ropa y ver el panorama, me di cuenta de que también yo vivía en un recipiente artificial tan siniestro como el de la tortuga. Se me puso un nudo de angustia aquí y me pregunté por qué no me cortaba yo las venas. "Porque nadie se las corta, imbécil", dijo la tortuga desde su islita de plástico, con su pico de loro. Supongo que sería una alucinación.

El Pais/7-11-03