dissabte, d’abril 26, 2003

Dissabte, 26 d'abril

Imma Sanchis entrevista a Emine Sevgi Özdamar, actriz, dramaturga y escritora

"Yo tenía callejones repletos de madres"

lluna Nací en agosto de 1946 en Anatolia (Turquía) y vivo entre Berlín, París y Londres. He estado casada dos veces y no tengo hijos. Soy del 68 y todavía defiendo esas ideas. En Turquía te podían encarcelar por las palabras. He crecido con ideas chamanistas, con supersticiones. He hablado en el CCCB sobre la inmigración turca en Alemania

IMA SANCHÍS - 04:16 horas - 24/04/2003

-Tiene usted una mirada poderosa.

–¿Qué ve?

–Libertad. ¿La tiene? ¿La tuvo?

–Sí, tuve una infancia muy poética. En las callejuelas en las que jugábamos siempre asomaban por las ventanas las personas mayores y los gatos.

–¿Los que no riñen ni juzgan?

–... Y no sólo teníamos una madre, sino callejones repletos de madres. Cuando salía el arco iris nos decían: “Si sois capaces de cruzarlo, las chicas os convertiréis en chicos y los chicos en chicas”. Nunca dejé de perseguirlo, pero cuando pensaba: “Ahora puedo”, me detenía.

–Es lógico.

–Mi abuelo era un señor feudal, un terrateniente, pero que enviaba a su hija a la escuela. Mi abuela me abrió los ojos a la magia.

–¿Con qué historias?

–Los muertos siempre han ocupado un lugar elevado de la jerarquía familiar. Siempre acarreaba a casa las historias trágicas de los demás para que pudiéramos ayudarles.

–¿Cómo?

–Cuando bebíamos agua decíamos: “Que este sorbo de agua fresca vaya a la boca de la vecina que acaba de morir”. Cuando los muertos ocupan un lugar tan destacado, el ritmo de la vida se ralentiza y el desasosiego se transmuta en armonía.

–Cuénteme un hecho mágico.

–A los 10 años fui al teatro estatal como niña de gran talento y me aceptaron; eso me dio la posibilidad de observar las cosas difíciles de la vida, como la muerte, el amor, los celos, la nostalgia..., cosas que en el teatro resultan más fáciles y que integré en mis sentimientos. Así pude conocer otras realidades.

–¿Cómo consigue una joven turca trabajar con Benno Besson?

–Era el sueño de la mayoría de los actores, pero yo fui a Berlín a ver al discípulo de Brecht: “He acudido a usted para aprender el teatro de Brecht”. “Bienvenida”, me dijo.

–¿Así de fácil?

–Sí. A veces parece que la vida se haya detenido y se abre ante ti un gran agujero. Ese es el momento en el que hay que tener preparado un sueño para perseguirlo. La fuerza de los sueños y la ingenuidad, que lleva implícita cierto atrevimiento, son muy poderosas.

–¿Fácil llegar a Berlín como obrera a los 18 años?

–Vivía en una paupérrima residencia para obreras, no hablaba alemán, nevaba siempre y añoraba a mi madre, pero hay un proverbio japonés que dice: “Sólo el viaje es bello”.

–¿Fácil vivir una dictadura militar?

–En el 68 pudimos saltarnos las fronteras sociales. Conocí a muchos personajes que parecían escapados de una novela, y eso me permitió no tomarme tan en serio la propia historia. Pero luego todo eso se detuvo. Mis amigos fueron encarcelados, se acabaron los teatros y me marché de nuevo tras un sueño inventado: la esperanza.

–¿Sigue creyendo que todo es posible?

–Sí. Camus dijo que la vida no tiene sentido, pero hay que seguir amándola sin esperar nada. Sólo eso merece la pena: si te aproximas con amor a los otros, nunca perderás el amor ni la inocencia, basta con creer que todas las personas son sensibles, ése es el punto de partida.

–¿Qué fue lo más difícil?

–La muerte de mis padres. En países como Turquía muchos niños se quedan huérfanos y pronto tienen hijos con los que cubrir su frío a base de entrega. Con el tiempo, estos padres se convierten en hijos de sus hijos.

–¿A usted le ocurrió?

–Sí, cuando fallecieron mis padres tuve la sensación de haber perdido a mis hijos. Mi padre no tenía padre, y mi madre no tenía madre. Yo realicé sus sueños, fui su modelo.

–¿Qué aprendió del matrimonio?

–Siempre me dije a mí misma: “Nunca seré capaz de estar casada”, y tuve la prueba. Tenía un ritmo personal que no pude acompasar al ritmo ajeno, pero amé y fui amada. Cuando interpretas a Ofelia, eres Ofelia. Luego, esa intensidad se queda en el camerino. Sería fantástico poder aplicarlo a la vida.

–¿Cómo?

–Estando cerca y lejos. Imagine que pudiera dejar las penas de amor junto al pañuelo, recuperarlas cuando quisiera y atenderlas.

–¿Ha aprendido a hacerlo?

–No, no podré enseñarle.

–Lástima.

–Pero he aprendido a fijarme con precisión en la vida, ver en cada ser humano su infancia y sus recovecos. Sé que todos somos buenos y malos, producto de las circunstancias. No me gustan los prejuicios, y sólo pueden combatirse ofreciendo amor; si lo haces, la otra persona se abrirá.

–¿Siempre le ha dado buen resultado?

–A veces no. Pero la vida no es lo que vivimos, sino los momentos que seleccionamos. Hay que seleccionar con conciencia.

–¿Lo dice usted, que trabaja con materia trágica?

–Lo trágico me afecta, pero también promete una utopía. Hay algo más importante que reflexionar sobre el ser humano: vivirlo.

–¿A usted quién le acompaña?

–La luna; para mí es como una persona con la que puedo hablar. Cuando tengo reuma le pido que me ayude y ella me contesta: “Lo haré, lo haré...”

–Cuénteme un cuento de su abuela.

–Había un joven que, para no dormirse y no perderse todas las cosas maravillosas que sucedían ante sí, se cortó un trocito de dedo. A veces hay que hacerse daño uno mismo para ver que este mundo es fantástico.

–¡¿Sí?!

–No se asuste, sólo es un cuento..., pero piénselo.






diumenge, d’abril 20, 2003

Diumenge, 20 d'abril

Diumenge de resurecció

 resurreccióRecordant el calendari de setmana santa, Manuel Vicent ens parla de com de petit va fer un viatge al cel, on es va fer amic d'àngels i dimonis, i de com al tercer dia va ressuscitar. De fet, ens parla d'entendre la vida com un exercici de resurrecció constant que deixa enrera la mort de tot allò que hem estat.

Resucitar

Manuel Vicent

El año de mi muerte los ataúdes aún los fabricaba de encargo el carpintero, después de tomar las medidas. Cuando alguien moría por la tarde, se oía en todo el pueblo a altas horas de la madrugada la sierra mecánica del señor Trinitario cortando los tablones de pino. Esta vez aquel sonido estremecedor se debía a mi persona. Era un día de primavera, un Viernes Santo, creo saber. Yo jugaba en un jardín donde había una alberca vacía, en uno de cuyos ángulos se levantaba una pilastra cubierta de hiedra. Al tratar de subirme a ella, caí de espaldas hasta el fondo y fui a dar con el cogote contra la base de hormigón. Con el golpe llegó la oscuridad instantánea a mi cerebro. Quedé en coma profundo tres días. En su último parte el médico dijo a la familia: "Si mañana no resucita es que ya está muerto. Avisen a Trinitario". Sin ser Dios, sino un niño de siete años, después de bajar a los infiernos, yo también resucité el Domingo de Gloria. De pronto, de buena mañana, mientras el primer sol de Pascua iluminaba a los jilgueros, abrí los ojos, me agarré a la barandilla de la cama metálica y , según me han contado, pedí lo primero a mi madre que me hiciera una tarta de merengue. Durante esa breve excursión por el otro mundo, aunque después no recordara nada, hice amistad con algunos ángeles y demonios; también conocí personalmente a varios dioses de la antigüedad y departí con otros muertos como yo, quienes, al parecer, no tenían ningún interés por volver de nuevo a esta vida ordinaria. Pensé que resucitar era una obligación y desde entonces creo que vivir consiste en resucitar en cada instante. Los héroes levantan la tapa de la tumba y salen disparados como el corcho de una botella de cava, pero los de a pie resucitamos como podemos. La muerte es lo que ya hemos vivido. Aquella niña de primera comunión, aquel bachiller, el soldado, el licenciado de la orla, aquella radiante novia, todos los seres que fuimos en los retratos a lo largo de los años, han muerto. Están sumergidos junto con los ángeles y los demonios en la oscura región de Hades. A ellos hemos sobrevivido. Puesto que nuestra vida viene de esa muerte, cada momento que uno vive es un instante de gloria. Si de niño, recién subido del infierno, pedí una tarta de merengue para celebrarlo, esta continua resurrección que consiste en estar vivo, habrá que acompañarla siempre con este verso de Ovidio: "He vencido y conmigo viaja mi pasión". Y así hasta que el carpintero Trinitario venga a tomarnos las últimas medidas.

(El Pais/ 20-4-04)

dilluns, d’abril 14, 2003

Dilluns, 14 d'abril

Guepardo

Manuel Vicent

El misil Tomahawk tiene la precisión de un guepardo de acero. Cuando el guepardo caza, también parece que vuela. La cola le sirve de timón para no perder el equilibrio en el aire y con ella se acomoda elásticamente a los sucesivos quiebros que realiza el antílope durante la huida. La mismas fintas dirigidas por láser ejecuta el Tomahawk hasta que encuentra y se abate sobre el objetivo. Al final de una persecución fulgurante el guepardo le pone la zancadilla al antílope y sin perder un segundo le corta la yugular con las garras. El banquete comienza en seguida. El felino ha destruido al antílope. Por esta sola razón come primero y elige el plato de fundamento. Para él será el muslo, el solomillo y las chuletas, aunque el guepardo deberá compartir el banquete con los tigres y leones si se acercan a la mesa. Cuando los felinos ya se han hartado con las mejores tajadas, el resto de la presa es abandonado a la voracidad de los cánidos. Con sus poderosas mandíbulas las hienas son capaces de quebrantar los huesos más duros, pero antes se adentran directamente con mucha risa en las entrañas blandas de la víctima hasta donde lleguen sus fauces impuras, mientras en una rama de la acacia esperan su turno las aves carroñeras. El orden de los comensales sigue una cadena natural, según se ve en el National Geografic. Los buitres poseen el pico adecuado para extraer los pequeños residuos de carne que han quedado pegados a las coyunturas, pero a veces se encuentran sin competencia ante un animal descompuesto. Si tienen el cuello pelado es para que no molesten las plumas al sumergirlo en sus entrañas. Por lo demás, el guepardo es un excelente padre de familia. Después del festín retoza con sus hijos en la pradera; les lame las orejas, los araña dulcemente para que aprendan a manejar la zarpa el día de mañana, mientras ellos le limpian a su progenitor con la lengua los vestigios de sangre que aun le quedan en los bigotes. Todo Irak es ahora un antílope descuartizado. La reconstrucción que va a abatirse sobre el país destruido debería explicarse según la etología, que estudia las costumbres de los animales. ¿Sabía usted que algunos buitres llevan en el cuello pelado corbatas de seda pura? ¿Sabía que algunas hienas hacen proyectos sobre nuestra felicidad con un zumo de frutas en la mano tumbadas al sol alrededor de las piscinas? Después de la caída de Bagdad los reporteros podrían realizar un safari fotográfico en los hoteles de Kuwait para National Geografic.

(El Pais/ 13-4-03)

dissabte, d’abril 12, 2003

Dissabte, 13 d'abril

Trucades esperançades o discos sol.licitats

fil musical De sempre hem sabut que la música calma les feres, aixeca els ànims, i fa miracles. El cert és que sempre ens acompanya i que la podem fer servir segons ens plagui. Escoltada en públic o en privat, en directe o enregistrada, a tot volum o a cau d'orella, i difosa a través de d'un variat mostrari d'aparells, a partir d'ara la podrem gaudir d'una manera més interactiva i profitosa. Llegiu, sinó, el que ens proposa Empar Moliner en el seu article:


Melómanos del hilo musical

una gran aficionada a los hilos musicales que te entretienen la espera telefónica. Para mí, la frase "comunica y tiene tres llamadas antes que usted, ¿le mantengo en espera?" supone una bendición. Es más, me consta que la mayoría de las telefonistas tienen órdenes de tardar mucho en pasar las llamadas para que disfrutemos del concierto. Por eso, desde que utilizo un móvil con función manos libres, el día que me toca hacer gestiones aprovecho para limpiar el lavabo. Parece que no, pero limpiando con música de fondo limpias con más alegría. Claro que, como experta en hilos musicales, ya descarto los éxitos de siempre y sólo busco rarezas. Desprecio los grandes hits del hilo musical. Sólo si estoy muy desesperada llamaré a El PAÍS y preguntaré por el jefe, porque en El PAÍS ponen el Concierto para piano número 21, de Mozart (el segundo movimiento, adagio). Tampoco llamo a lugares donde tengan el Para Elisa, el Adagio de Albinoni o el Carmina Burana. Y sólo bajo amenazas emplearía los servicios del número 11850 de información. Además de tardar horas en coger la llamada, tardan horas en entender lo que les preguntas y, para colmo, la música que te entretiene es el sobado Canon de Pachelbel. Es un fallo. Piensen que en la empresa Hilo Musical disponen de muchos canales: el Disco House, el Romántico, el Moderno, el Clásica y -mi preferido- el Atmósfera.

Para sacar brillo a los azulejos me iría bien un hilo musical transgresor, así que llamo al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y pido que me pongan con prensa. "Comunica, ¿le mantengo en espera o llama usted más tarde?", me dice la recepcionista. Le digo que espero y, mientras paso el paño, me deleito con el hilo musical más coherente de la historia de los hilos musicales. Como debe ser en un centro de cultura contemporánea, el hilo musical es música contemporánea. Cuando al fin se pone la eficiente encargada de prensa, Mónica Muñoz, no puedo menos que felicitarla. "Gracias", me contesta ella. "Lo que suena es una pieza de Xavier Maristany especialmente compuesta para nuestro hilo musical. Antes teníamos a Bach". Después de hacer la gestión, me dispongo a fregar el bidé y, si no me animo, no habrá quien lo deje reluciente. Me iría bien un poco de pop, así que llamo al 010. Pero llamar al 010 tiene un peligro: son tan amables y tienen tantas ganas de cumplir que tardan muy poco en contestar tu pregunta. Y así no hay quien se deleite con la música de ambiente. Para que les cueste un poco, lo que nunca falla es pedirles teléfonos de librerías de viejo. El concepto no les suena y no saben cómo buscarlo. Es mi día de suerte y oigo entero el Pretty woman, el Blue velvet y el Mrs. Jones. Una vez terminado el bidé, voy a por el váter. Lo mejor será llamar a editorial Planeta y pedir que me pongan con derechos de autor. Diez minutos de espera no me los quita nadie. Oigo entera esa canción de Luz Casal, Sentir, en la que Luz dice que cree en ti cada mañana, y Sombras de la China, de Serrat.

Para sacar brillo a la bañera marco el número del Auditori de Barcelona. El hilo musical es de los mejores del panorama telefónico, así que también felicito a Xavier Febrés, el jefe de prensa. "Pues gracias en nombre de la OBC, intérprete de las piezas de nuestro hilo", me dice. Al ver que es tan simpático, le pregunto si no le importa que permanezca un rato más a la espera. Así la limpieza será a fondo. "Por supuesto", me contesta. Y me deja con la Sinfonía número dos en re mayor, opus 36, de Beethoven. La siguiente es la Sinfonía número 3 en mi bemol, opus 55 (Heroica), también de Beethoven. Como la OBC toca de maravilla, también disfruto de la Sinfonía número tres en la menor (Escocesa), de Felix Mendelssohn y, luego, bellas piezas del CD Compositors catalans, volum 1.

En el momento de echar el Cif en la taza, llamo al Liceo. "Comunican, ¿le dejo en espera?", me dice la señora de la centralita. Con este oído musical que Dios me ha dado, me parece reconocer la voz de María Callas en 1954 interpretando 'Casta diva', el aria de Norma. Ya estoy viendo a Norma avanzando con su guadaña mientras los sacerdotes se postran y la luna resplandece. ¡Oh, qué hermoso hilo musical, paradigma, por cierto, del melodismo, expresión suprema del canto de Bellini! Dura 7 minutos y 16 segundos, tiempo que empleo yo en dejar la taza libre de gérmenes. Para no abusar, llamo sólo una vez más. Me ponen el Parsifal, de Wagner, y la Linda di Chamounix, de Donizetti. Sólo me queda fregar el suelo. Y para fregar el suelo me hace falta algo duro. Un poco de bakalao, vamos. Así que llamo al Partido Popular y pido que me pongan con las juventudes. Oigo a todo volumen la versión máquina de la sintonía del PP (esa que hace do-mi, do-fa, do-mi-re-do-fa...). Me excita imaginar a los jóvenes peperos despeinándose al son de este hilo musical tan salvaje.

Después de todo esto, el lavabo ha quedado perfecto, pero mis gestiones no están terminadas. Me sucede como en aquel chiste que Leo Cullum publicó hace años en la revista The New Yorker. En él, una secretaria rubia le dice al señor del otro lado del teléfono: "El señor Dyer dice que no tiene ningún interés en hablar con alguien que ha permanecido tanto rato a la espera".

(El pais/ 13-4-03)

dimecres, d’abril 09, 2003

Dimecres, 10 d'abril


Article d'Elvira Lindo que posa al seu lloc als que s'apunten a sortir a les fotos dels altres.

El muerto

"El halago es una moneda falsa que no circularía si no fuera por la vanidad". Lo dijo La Rochefoucauld. Pero hay personas que no necesitan a nadie para ser halagadas, se bastan consigo mismas. Uno no sale de su asombro.

"El halago es una moneda falsa que no circularía si no fuera por la vanidad". Lo dijo La Rochefoucauld. Pero hay personas que no necesitan a nadie para ser halagadas, se bastan consigo mismas. Uno no sale de su asombro. Lees las necrológicas que se le dedican a un escritor recién fallecido, las necrológicas que trazan algunos de sus conocidos, y lo que te encuentras es un ejercicio de autohalago: él me dijo que yo era estupendo, él creía en mí, a él le gustaba que yo le contara... Y la figura de Terenci Moix, personaje adorable, se va diluyendo en vanidades ajenas incapaces de alabar al muerto sin arrebatarle una parte de protagonismo. No salgo de mi asombro. Esta misma mañana pones la radio, dispuesto a escuchar las noticias de la guerra ilegal y las últimas declaraciones de nuestros políticos -qué personajes- que deben creer firmemente en aquello de "cuanto peor, mejor", y cada día se despachan con insultos cada vez más subidos de tono sin importarles el papel que representan ante una sociedad ya de por sí bastante crispada. Pones la radio hoy, tal vez con más inquietud, porque entre el número de vidas truncadas, muchos de ellos niños (no sé por qué hay personas a las que les parece una cursilería sentir más desesperanza por las víctimas infantiles), está el nombre de un periodista español, Julio A. Parrado. Los contertulios comentan y hay quien acaba convirtiendo esa necrológica en una alabanza al periodismo y utilizando un plural que arrebata todo el protagonismo al muerto para dividirlo en trocitos repartidos por toda la profesión. El plural también puede esconder una enorme vanidad. El plural del gremio. Menudo gremio. Pero no todos somos iguales. Y menos iguales que nadie son esos periodistas que se marchan a lugares donde pueden perder la vida. Los demás escribimos artículos viendo las guerras en la tele, narradas con gráficos diseñados por ordenador, con música, porque en la tele la guerra tiene música, y con imágenes que a veces parecen cine. No somos iguales. Nuestra vocación es más limitada. Tú estás en tu cocina, tomando un café y escuchando en la radio las palabras de esos reporteros lejanos. La vanidad gremial resulta, en casos como éste -un reportero de guerra muerto-, pornográfica. Inaceptable. Descanse en paz (nunca mejor dicho).

divendres, d’abril 04, 2003

Divendres, 5 d'abril

B-52

B-52 Article de Juan José Millás que denuncia la presència d' un artefacte volador que es passeja impunement pels nostres cels: el B-52. Les seva aparició, a diferència de la d'ocells i insectes, no ens anuncia cap primavera. Per això, cal assenyalar-lo amb el dit. I com a tota bona faula, no faltarà l'animal encarregat de posar les coses al seu lloc. Aquesta vegada li toca a la papallona.


Una mariposa macho tiene menos envergadura que un B-52, pero es capaz de recorrer decenas de kilómetros, desafiando toda clase de obstáculos, para copular con una mariposa hembra. El B-52, por su parte, recorre miles de kilómetros sin otro objeto que el de amputar los brazos a un crío de 11 años. La mariposa macho perece de amor tras la cópula, mientras que el B-52 regresa sin un rasguño al punto de partida, donde da un trago y vuelve a la carga. No sabemos cuántas mariposas revientan cuando bombardeamos un mercado árabe, pero uno de los últimos proyectiles arrancó de cuajo las alas al pequeño Alí Smain, cuyos muñones se deberían exhibir desde mañana mismo junto a esa imagen en la que los 183 diputados del PP se aplaudían a sí mismos, con una excitación sexual incomprensible, después de haber votado en bloque un sí a la guerra.

Al poco del apareamiento, el abdomen de la mariposa hembra se abre y riega el campo de huevos fecundados. Al poco del arrebato venéreo de los populares, los abdómenes de los B-52 se abrieron y comenzaron a descargar sobre las casas de adobe una lluvia de fuego. La mariposa es el sueño de la oruga como el B-52 es el sueño de Aznar. Cada gusano sueña según sus complejos y la realidad es el resultado de esos sueños. Por cierto, que una cosa envidiable de la mariposa es que puede volar durante la cópula multiplicando así el placer de todos sus sentidos. Si a usted y a mí, pobres mortales ápteros, nos parece que flotamos en el aire al follar, imagínese lo que sería salir por la ventana durante el acoplamiento y tener un orgasmo en la vertical de Bagdad o de Manhattan.

También los B-52 se aparean en pleno vuelo. Quizá lo haya visto usted en la tele y tal vez se le hayan puesto los pelos de punta, como a mí, por la precisión con la que la verga de uno de los dos pájaros metálicos penetra en la abertura húmeda del otro. Sólo que en lugar de descargar sobre él unos gramos de dulce semen, lo llena de gasóleo hasta las cejas para prolongar su vuelo criminal. En este caso, se trata de un acoplamiento incestuoso, contra natura. De hecho, se lo hacen con la nave nodriza, o sea, con la que les amamanta, que es como si se lo hicieran con su puta madre. (El Pais/ 5-4-03)

I com a exemple d'un passat que ens recorda el present, podeu visitar aquest enllaç