diumenge, de novembre 21, 2004

Diumenge, 21 de novembre

Debat antic

heart & mind "¿Se quiere con el corazón, con el cerebro o con la memoria? ¿Son buenos los autores que escriben con sentimentalismo y con el músculo del corazón? Son dos cuestiones antiguas...". Són paraules d'Enrique Vila-Matas a Corazón sin tinta , reblant de nou el clau que ha atret altres escriptors abans que ell: l'antic debat entre enteniment i cor, entre raó i passió.

Jordi de Sant Jordi, a "Un cors gentil m'a tant enamorat" , es mostra indecís i deixa l'elecció en mans de la seva dama. Àusias March, a "Ací com cell que desitja vianda", es mostra més decidit. Els enfronta d'una manera dramàtica i, després d'un llarg combat, tria com a guanyador el pensament.



Corazón sin tinta

Enrique Vila-Matas

¿Se quiere con el corazón, con el cerebro o con la memoria? ¿Son buenos los autores que escriben con sentimentalismo y con el músculo del corazón? Son dos cuestiones antiguas y, antes de contestar a ellas, cedo la palabra a Fernando Pessoa: "Dicen que finjo o miento cuando escribo. No. Yo simplemente siento con la imaginación, no uso el corazón". Con las palabras de Pessoa para mí ya está dicho todo, pero me extenderé algo más. Odio el corazón y el sentimentalismo en la literatura. "Mate usted a un niño y verá el éxito que tiene su cuento", decía Ruskin a los jóvenes que le pedían consejo para triunfar pronto. Ayer mismo leí la reseña de un crítico español sobre un libro que se llama Corazón de tinta, un libro que ha escrito Cornelia Funke y ha publicado Siruela. Decía el hombre: "Para terminar, me gustaría comentar que con este libro, un tipo curtido como el que firma ha llorado ante la escena de un montón de libros reducidos a cenizas".

Malo. Si el crítico curtido ha llorado con Corazón de tinta, es muy mala señal para todos, también para él, que se habrá manchado de lágrimas de tinta, qué horror. He hecho un esfuerzo, he leído el libro de Cornelia Funke y he descubierto que no está mal: es un buen trabajo, cuenta las abotargadas peripecias de una niña que se deja llevar por el amor a los libros. Podría ser una cursilada, pero no acaba de serlo. En cuanto al llanto, la verdad es que, leyendo este libro, me he reído, no conozco nada mejor que las risas que no son de tinta. Me he reído porque Cornelia Funke busca, con un cierto sentimentalismo y con su corazón tan blanco, comunicarnos amor por la lectura de libros. Pero su idea del amor está alejada de la mía. Lo que yo entiendo por lectura, por ejemplo, es una operación cerebral, del mismo modo que pienso que tiene que ser nuestra imaginación y nuestra mente y no el músculo de nuestro corazón el que debe enamorarse. No faltaría más. ¡Son tantos años de engaños del corazón! Reconozco, en cualquier caso, que el amor es muchas veces irracional e inexplicable, pero lo es porque existe el equívoco de que debe explicarlo el corazón. Y, salvo en las novelas de Corín Tellado y compañía, no hay un solo corazón que hable; esa facultad está reservada a la mente. Sólo con la mente se pueden decir cosas sobre el amor como, por ejemplo, las de Proust: "Una mujer a la que mantenemos no nos parece una mujer mantenida mientras no sabemos que la mantienen otros".

¿Y qué pasa cuando, a pesar de todo, el amor viene del corazón? Pasa que cuando se está enamorado, uno empieza engañándose a sí mismo y acaba engañando a los demás. Sí. Esto es lo que llamamos una historia de amor. Yo creo que todo iría mejor si nos enamoráramos con la imaginación, no usando el corazón. Tengo un corazón sin tinta, lo siento. La única relación de mi tenebroso y oscuro músculo cardiaco con la escritura es que tanto ésta como mi corazón sin tinta pertenecen a la estirpe de esos sobrios y profundos solitarios de los que nos hablara un día Carson McCullers en aquella novela de título inolvidable que, por cierto, aparece a su vez en el título de la conferencia que Manuel Vázquez Montalbán dio hace dos años en Bilbao en un simposio de cardiopatía isquémica. Una conferencia que tituló El corazón como fruto amargo o como cazador solitario. Aunque sin duda fue Joseph Conrad, con su título El corazón de las tinieblas, quien logró la metáfora más perfecta para describir el núcleo mismo de esa oscuridad nuestra de la que sólo podemos escapar con la mente, nunca con el famoso corazón, que con tanta tinta nos engaña. Y nos mantiene.

El País - 21-11-2004

diumenge, d’octubre 31, 2004

Dilluns, 1 de novembre


El cadáver jovial

Javier Marias

death Hace unas semanas hablé aquí de la desastrada y casi abandonada tumba del legendario Dick Turpin, en la ciudad de York, quiza no esté de más hacerlo hoy de otra, cercana, de un contemporaneo suyo por quien he tenido siempre especial debilidad: no en balde pasé un par de años remotos -de 1975 a 1977, vivía entonces en Barcelona- traduciendo su gran obra, de unas ochocientas endiabladas páginas, La vida y las opiniones del caballero Tristan Shandy,más conocidas por el nombre de su narrador a secas, y publicada por entregas entre 1760 y 1767. Su autor fue en inglés Laurence Sterne (aunque nació por azar en Irlanda), sin duda uno de los hombres más agudos, humorísticos y graciosos que han dado las letras. Y seguramente por eso no ha existido en la historia novela más cervantina que la mencionada. Por mucho que se empeñen en lo contrario nuestras autoridades políticas, académicas y literarias, y por mucho que Cervantes esté extraña y milagrosamente considerado como el escritor español por excelencia, la mayor parte de nuestra podrucción novelística posterior a él ha sido escrupulosamente anticervantina, es decir: realista, costumbrista (quienes hablan del Quijote como de una novela realista no deberían volver a abrir la boca interpretativa), sórdida, a menudo malhumorada, solemne y hasta tremenda. Sus herederos no están aquí -, por Dios, menos que nunca-. sino sobre todo en Inglaterra, con Fielding y Sterne en primer lugar; luego con Dickens y Conan doyle, y hasta con Chesterton.

La admiración de Sterne por Cervantes fue tan grande y confesa que a las puertas de la muerte, y al poco de haber comenzado un "romance" cómico que quesó sólo esbozado, manifestó su esperanza: "cuendo muera", dijo, "se pondrá mi nombre en la lista de esos héroes que, Cervantes a la cabeza, murieron haciendo bromas". No podia imaginar que su deseo se cumpliría incluso póstumamente, y que la broma proseguiría tras su fallecimiento, con las increibles visicitudes sufridas por su cadáver. Sterne vivía en Coxwold, una pequeña y apacible aldea a unas veinte millas de York, y se refugiaba en su grata casa, Shandy Hall, para escribir en paz una vez que la fama lo incitó a pasar temporadas en Londres y viajar por Francia e Italia. Sin embargo eligió morir en una decente posada londinense, y no en Coxwold, para no causar molestias ni preocupaciones "previas" a sus amistades. Así que en Londres fue enterrado, en un cementerio de Hanover Square. Pero en seguida corrió el rumor de que su cuerpo había sido robado por los llamados "resucitadores", es decir, ladrones y traficantes de cadáveres. Y pocos días más tarde, cuando el profesor de anatomía de la Universidad de Cambridge diseccionava con entusiasmo un cuerpo, uno de los asistentes a la ceremonia, que había sido presentado a Sterne no mucho antes, destapó el rostro fiambre y, horrorizado al reconocerlo, se desmayó allí mismo. El profesor; al enterarse de cúan ilustre era la presa que había tenido bajo su escalpelo y su sierra, procuró que al menos se conservara el cuerpo y fuera devuelto a su intranquila tumba. De la calavera, en cambio, no se supo con certeza mucho hasta que, doscientos años después, en 1969, la benemérita recien constituida Laurence Sterne Trust obtuvo permiso para cavar, y entre cinco cráneos por el terreno dispersos, logró identificar el del creador de Tristam Sahndy; estaba serrado - señal de haber pasado por las manos de un anatomista- y su forma y dimensiones coincidían con las del busto de tamaño natural que el escultor Nollekens le había hecho en vida. Y, por fin juntos esqueleto y calavera, ambos fueron trasladados a coxwold, su verdadero hogar, y enterrados de nuevo en la iglesia de St Michael, donde Sterne había soltado tantos sermones alegres, ingeniosos y excéntricos a lo largo de muchos años, para deleite y escándalo de sus feligreses.

Allí visité esta tumba este verano, al igual que la vecina Shandy Hall, encantadora casa con jardín, perfecta para escribir, que La Laurence Sterne Trust, recuperó y rehabilitó hace años y convirtió en museo. En ella, Shandianamente, varios ancianos -uno por estancia-, asaltan al visitante y, le guste a uno o no, le explican cuanto en cada una hay de explicable. En el despacho, recuerdo, no hubo forma de imaginar al escritor ante su escritorio, porque su silla la ocupó todo el rato el anciano perorador de turno, rico en disquisiciones y disgresiones. Pero al fin y al cabo estas últimas fueron la divisa de Sterne: "I progress as I disgress", escribió; o lo que es lo mismo: "Progreso con las disgresiones", avanzo a través de ellas. Me entero hoy que se está rodando una película basada en Tristam Shandy, algo en verdad sorprendente en un mundo que lo cuenta todo a toda prisa y sin entretenerse, sin duda para poder olvidar lo contado a toda prisa también. Eso no sería posible, en cambio - uno lo nota, y hasta lo repsira-, en un lugar tan jovial y apacible y sin tiempo como la nostálgica Shandy Hall.

El Pais Semanal/31-10-04

divendres, d’octubre 29, 2004

Divendres, 29 d'octubre


Cómo hacer el amor con un caníbal

 http://www.imperial.ac.uk/P4311.htm Querida doctora Tatiana:

Soy una mantis religiosa y he descubierto que disfruto más del sexo si primero decapito a mi amante de un mordisco. Es que al hacerlo sufren los espasmos más exitantes. De algún modo parecen estar menos inhibidos, más apremiantes; es fabuloso. ¿Te lo parece a ti tambien?

Me Gustan Decapitados en Lisboa

Algunos de mis mejores amigos son caníbales, pero entre nosotros te confesaré que el canibalismo no es lo mío. Aunque entiendo que te guste. Los machos de tu especie son unos amantes aburridos, y decapitarlos obra maravillas. Mientras que un gallo decapitado corretea atolondrado, un macho de mantis decapitado se retuerze en un frenesí sexual. ¿Por qué no será así cuando están enteros? Supongo que es difícil abandonar el sexo salvaje sin perder la cabeza.

Un macho de mantis religiosa corre peligro cuando se acerca o cuando se separa de ti, pero no mientras te monta; subido a tu espalda, que es la posición que habitualmente adoptan los machos intactos, no puedes atacarlo. Pero no hace falta que esté intacto para que puedas practicar el sexo con él. Si le cortas la cabeza mientras viene hacía ti, su cuerpo se estremecerá con unos espasmos que permitirán que sus genitales se conecten con los tuyos. Sin embargo, como seguramente no te extrañará, el macho prefiere que no le corten la cabeza. Ponte en su lugar; la sola idea hará que tiembles hasta la punta de las antenas. Bastará que veas una hembra para que el miedo te immobilice. Comenzarás a jugar a pica pared. Cada vez que la hembra girara la cabeza a otro lado, te acercarías un poco más. Cuando te mirara, te quedarías inmóbil como una estátua - ¡No! ¡No me mires¡Yo sólo soy una hoja – durante horas si hiciera falta. Tu objectivo: acercarte lo suficiente como para saltar a su dorso. Una vez montado sobre ella puedes copular sin temor alguno. Pero da un solo paso en falso y acabarás a las puertas del paraíso con la cabeza bajo el brazo. Imposible apostar más alto en el juego de pica pared.

En más de ochenta especies se ha sorprendido a la hembra comiendose a su amante antes, durante o después del sexo. Las arañas són las primeras en la lista de sospechosas, aunque tambien son culpables de homicidio otras mantis, algunos escorpiones y algunos quironómidos. Estos últimos són unas mosquitas pequeñas pero de gran apetito que devoran a sus amantes de una forma especialmente horrible. La hembra captura a su pareja del mismo modo que capturaría una presa cualquiera y le clava la proboscis en la cabeza mientras encajan sus genitales. Los jugos que inyecta en el macho disuelven sus entrañas, que la hembra sorbe con delectación hasta dejar al macho seco, y después se deshace de la cáscara vacía como un niño de un juguete que ya le aburre. Solo sus partes viriles, que se parten y se quedan en el cuerpo de la hembra, delatan que aquello fue algo más que un simple almuerzo.

Pero tal vez exista una explicación sencilla para esta conducta. Tal vez se trate de un error lamentable pero genuino. O quiza no sea más que una rara psicosis ocasionada por la vida en cautividad. Al fin y al cabo, aproximadamente una tercera parte de las especies caníbales solo se han visto cometiendo homicidio con sus amantes en condiciones de laboratorio; tal vez sólo ocurra en estas condiciones porque en un espacio confinado el macho no logra salir corriendo. Tal vez. Pero la mantis religiosa es una de las pocas especies que han observado tanto en laboratorio como en el campo, y la frecuencia de canibalismo es parecida en ambas situaciones. La diferencia es que en el laboratorio es sexo dura algunas horas más, posiblemente porque al macho le aterrorice la idea de desmontar a la hembra. (Normalmente, cuando el macho acaba salta a esconderse entre la maleza, a salvo de su amante. Los laboratorios no suelen ofrecerles la maleza, y entonces el macho se queda sobre la hembra como si cavilara su problema.) En cuanto a la excusa de que “me comí a mi amante por accidente”, qué quieres que te diga. Es cierto que los acidentes ocurren, pero sé de varias especies de araña cuyas hembras, sin duda, a la vista de un macho son más proclives a comérselo que a comérsela.... la cabeza. En cuanto ven a un macho, adoptan una postura sumisa, como diciendo “soy toda yuya”, y a la que el macho se confía, ¡zas!, saltan sobre él, lo envuelven y lo guardan en la alacena antes de que pueda decir “canibal”.

El problema es que a menudo el macho es cazado y comido antes de que tenga ocasión de aparearse. Desde su punto de vista, esto es un desastre. Si acaba siendo almuerzo durante el juego previo, es el fin para él y para sus genes, que quedan excluidos de la población. ¿Y desde el punto de vista de la hembra? El hábito no es tan contraproducente como pudiera pensarse. Para muchas de estas criaturas el macho constituye un ágape nada despreciable. Una hembra de araña del jardín, por ejemplo, engorda sensiblemente cada vez que se zampa a un amante. El único riesgo es que se torne tan agresiva que acabe sus días como los vivió: como una vieja gruñona y virgen. Pero ese riesgo es insignificante.

Para entender por qué, conviene que demos un paso atrás para tener una visión más general de lo que ocurre cuando las hembras intentan de forma regular comerse a sus amantes antes de practicar el sexo. En primer lugar, imaginemos un lugar en donde todas las hembras son igualmente rapaces. E imaginemos que cada hembra encuentra un solo amante en toda su vida. Si cada hembra se zampa a su único pretendiente en lugar de tirárselo, todos salen perdiendo; nadie se reproduce y la población acaba extinguéndose. Pensemos en cambio en lo que ocurre si algunos machos logran evitar ser comidos, al menos hasta haber completado el acto. Cualquier macho que escapase gozaría de una enorme ventaja frente a los que no lo lograsen. Y si el truco utilizado para escapar tuviese una base genética, entonces los genes implicados se extenderían rápidamente por toda la ploblación, puesto que todos y cada uno de los machos de la siguiente generación serían hijos de machos que se salvaron, y por tanto las hembras dispondrían nuevamente de parejas pese a su rapacidad.

Como es natural, en la vida real algunas mozas no serán tan feroces, lo que complica un tanto las cosas. Las hembras que no se comen a sus machos no corren el riesgo de morir siendo vírgenes, de manera, que si cada una tuviera un único pretendiente, las hembras más amables saldrían ganando. La razón es que si en la población hay hembras no caníbales, el macho puede tener la fortuna de aparearse aunque carezca de los genes que los habilitan para escapar. En consecuencia, la ventaja de saber escapar sería menor, los genes implicados se extenderían más lentamente, y las hembras rapaces tendrían una probabilidad mayor de topar con machos incapaces de eludirlas. Tras comerse a su único pretendiente, las hembras rapaces acabarían muriendo sin dejar descendencia, y los genes de la rapacidad poco a poco desaparecerían.

Añadamos ahora otra dosi de realidad y consideremos lo que ocurre si cada hembra pudiera encontrar a muchos pretendientes. En este caso no le importaría comerse a la mayoría de ellos. De hecho saldrían perdiendo si no lo hicieran, puesto que si todas las hembras intentan comerse a sus amantes, el canibalismo se convierte en una prueba. En una sociedad caníbal, los hijos sólo sobrevirán y se reproducirán si logran escapar de las garras de la hembra, así que merece la pena comprobar la habilidad del padre para escapar. Al mismo tiempo, todo macho que logre escapar gozará también de una gran ventaja sobre los que no escapen, y por tanto la frecuencia de sus genes aumentará en la población.

En resumen, cuanto mayor sea la probabilidad de que las hembras intenten comerse a sus amantes, mayor será la ventaja de ser hábil para la fuga y más rápidamente se extenderán por la población los genes correspondientes, en consecuencia, en la mayoría de las situaciones cabrá esperar antes la fuga que el canibalismo.

Pero ¿Cómo logra un macho acercarse lo suficiente para copular sin ser capturado? La técnica del juego de pica pared es una de las maneras, pero no funciona en el caso de un macho de araña que para llegar a la hembra tenga que atravesar su tela; cualquier vibración de los hilos le indicaría a la dueña dónde se encuentra su pretendiente. Además, mientras que un macho de mantis siempre puede acurrucarse encima de la hembra, en las arañas el sexo es más peligroso. Los machos de araña tienen dos penes (llamados pedipalpos), uno a cada lado de la boca, mientras que las hembras tienen dos orificios genitales en el vientre. Se comprende la dificultad. Es dificil imaginar sexo más íntimo.

La forma más segura de salir ileso es reducir de algún modo a la hembra. Por eso los machos de la araña Tetragnatha extensa no le temen al sexo. Disponen de una suerte de espolones en los “colmillos” que utilizan para mantener abiertas las mandíbulas de las hembras de manera que no puedan morderlos durante el abrazo. El macho del cangrejo araña Xysticus cristatus es un magnífico amante aficionado al bondage que ata a la hembra (¡afortunada ella!) antes de hacerle el amor. Y en Argyrodes zonatus , una diminuta araña plateada que vive en la tela de arañas mucho más grandes, los machos son el equivalente natural de la conducta que asociamos a las fraternidades americanas. Tienen en la cabeza un cuerno que secrega una potente droga, y ofrecen su cuerno a la hembra para que lo chupen hasta acabar tan colgadas que sean incapaces de resistir los avances del macho. Mejor que no se despierten con hambre...

En cuanto al Sr Mantis Religiosa, es víctima de un gope de mala suerte. Mientras está en posesión de la cabeza, su cerebro envía menjajes a sus partes diciéndoles cómo comportarse. Esto mantiene a raya su líbido hasta que alcanza su posición adecuada. Cuando pierde la cabeza, los mensajes que inhiben el comportamiento sexual quedan truncados y su cuerpo se convierte en una endemoniada máquina de sexo. El resultado es que puede copular aunque apenas quede nada de él. Pero aunque esto parezca probar que la evolución los ha dotado de una espectacular adaptación a ser comidos, el reflejo de “perder la cabeza y abandonarse al sexo” es en realidad bastante común en los machos de insectos. Incluso en los humanos ocurre algo parecido; cuando se estrangula a un hombre, quiera que no experimenta una erección, pero no porque la agonía le reporte un placer erótico, sino porque dejan de llegar al pene las señales del cerebro que le indican qe no levante la bandera. Para la mayoría este reflejo no es más curiosidad médica. Pero la mayoría no se encuentra a la Sra Mantis en la cama.


Consultorio sexual para todas las especies, (introducción a la biología evolutiva del sexo). Olivia Judson. Ed crítica. Traducció, Joan Lluís Riera Rey. (Cap 6. Pag 103-107)

divendres, d’octubre 15, 2004

Dilluns, 18 d'octubre


Nosotros

Juan José Millás

interruptors El Corte Inglés es El Corte Inglés porque lo sabe todo acerca de sí mismo. Sería absurdo que un empleado de esos grandes almacenes recibiera el Nobel por averiguar el número de tiendas que tienen repartidas por el mundo. Lo mismo podríamos decir de La Caixa, de la Renault o de Toshiba, corporaciones complejísimas, pero cuyo funcionamiento es de sobra conocido por sus gestores. De ahí que no padezcan problemas de identidad. Sería muy difícil que Telepizza se despertara un día creyendo que es la Telefónica, mientras que cualquiera de nosotros puede, en cambio, amanecer convencido de que es Napoleón. Muchas de esas empresas están repartidas por la geografía nacional e internacional sin que las diferencias de lengua o de sistemas políticos les afecten lo más mínimo. Una vez hice un cálculo de los metros cuadrados de El Corte Inglés y resultó que, una vez sumados los de todos sus establecimientos, tenía el tamaño de un país cuya geografía se encontraba minuciosamente dosificada por aquí y por allá. Pese a ello, no sufría esquizofrenia alguna. ¿Por qué? Porque sabe quién es.

Digo yo que si nosotros fuéramos nosotros deberíamos estar al corriente de cómo nos funciona el sentido del olfato. Pues no, ni idea. De hecho, acaban de dar el Nobel a unos señores que han descubierto un par de cosas nuevas sobre la nariz. Y quien habla del olfato habla del aparato locomotor o del circulatorio. No sabemos qué se enciende cuando se activa o se desactiva un gen, que es como no saber dónde están los interruptores de la luz de tu propia casa. El hígado es un misterio, el riñón son dos misterios, el trigémino son tres misterios, lo que viene a ser como si la IBM ignorara a qué se dedica. Así las cosas, resulta patético que yo pretenda ser yo, o que nosotros estemos convencidos de ser nosotros.

Es tan evidente que somos otros que ya da pereza repetirlo. Y si estoy seguro de ser otro, pues aún no he logrado averiguar por qué me acatarro ni por qué me enamoro ni por qué me produce asco la nata, quién me manda a mí ser español o vasco o canadiense o portugués. La pregunta correcta no es quién somos, sino de quién somos, para quién vamos, para quién venimos. Qué raro es todo.

EL PAÍS 15-10-04

dissabte, de setembre 18, 2004

Dimarts, 21 de setembre


Reset

reiniciar Aquest primer dia tardor s'ha desvetllat la terra. Ens ha fet pessigolles i 4,1 graus de tremolor. El temps just per recordar-nos qui mana aquí. I ja que hi érem, hem aprofitat per renovar el contracte de lloguer. Contínuem amb l'indefinit. Altres no tenen tanta sort.

Aquesta tarda, després de treure el cap per la finestra i veure que tot estava bé, hem sortit al carrer. L'hem trepitjat fort i amb més ganes que altres vegades. Hem après a reiniciar
.


Reiniciar

Vicente Verdú

La mayor de las grandes aportaciones de la informática no se encuentra en el hardware ni en el software, sino en una idea feliz de sus entrañas. Cualquier tecnología se corresponde con una ideología y la naturaleza de toda invención introduce en nuestra naturaleza su ración pedagógica. La imprenta nos hizo pensar en una comunicación masiva y simultánea para aprender nuevos modos de expresión. La televisión nos procuró la oportunidad de observar realidades distintas y con ello relativizar nuestras creencias, nuestros modos de comer, amar o pensar. A partir de cada técnica nos reconstituímos y, finalmente, los aparatos son tanto un producto del ser humano como el ser humano una creación de los aparatos, cuya misión suprema consiste, precisamente, en seducirnos. No ya en ser objetos útiles sino sujetos, no únicamente en ser como herramientas sino como amantes. Y especialmente aquellos que, como el ordenador, se han introducido en nuestras vidas con profundidad orgánica.

Relacionarse con un ordenador parece a primera vista algo similar al hilván que establecemos con la tele, pero pronto, un paso más, y descubrimos que el apego es mucho más íntimo y su acción más influyente. Un factor propio del ordenador, hasta ahora desconocido, tanto por la especie tecnológica como por la humana, es la solución "reiniciar". Los aparatos funcionaban y dejaban de funcionar hasta que se les reparaba o se les golpeaba. Nunca, sin intervención exterior, se recomponían. El ordenador, por el contrario, recupera su plenitud volviendo a comenzar. No hay ninguna explicación cabal para este extraordinario prodigio pero ahora vivimos normalmente con el conocimiento práctico de que para superar una adversidad basta con empezar de nuevo.

La historia personal de cada cual nos había aleccionado precisamente de lo contrario. La experiencia de nuestro pasado nos enseña siempre nuestros límites: las cosas fueron así y no hay modo de intervenir sobre su recorrido. Pero reiniciar es otra cosa: reiniciar nos hace creer en un pretérito abierto en lugar de saldado, en una existencia flexible en vez de dura, en un presente elástico, de ida y vuelta y, sobre todo, en un destino sin final, siempre al rescate.

EL PAÍS 18-09-2004

dimarts, de setembre 07, 2004

Dimarts, 7 de setembre


Los aristogatos

Màrius Serra

La desaparición de la masía de Can Girapells, en la barcelonesa plaza Maragall, ha modificado algo más que el paisaje del Guinardó. En su última época, Can Girapells era un albergue natural de gatos con ocasionales ocupantes humanos. La colonia felina ha debido reubicarse en el recóndito pasaje de Teodor Llorente, que es algo así como el trastero trasero del mercado del Guinardó, con una docena de naves industriales y la entrada posterior de una escuela.

Este pasaje, antaño privado, es de un tiempo a esta parte propiedad del excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona. Se nota porque las enormes puertas de hierro oxidado permanecen siempre abiertas, pero sobre todo porque en poco tiempo se ha transformado en una verdadera reserva natural para la fauna autóctona del Guinardó. El éxodo masivo de los gatos girapellenses ha coincidido en el tiempo con la ocupación de una de las naves por diversos perros callejeros con acompañantes humanos. Ellos han aportado una colonia de pulgas alternativas que, en cohabitación con las autóctonas, han propiciado un crecimiento espectacular de la demografía pulgosa. A esta rica fauna cabe añadir las ratas de alcantarilla, numerosas en el pasaje por la proximidad del mercado.

Antes de ser patrimonio público, el recóndito pasaje ya tuvo una gran utilidad social como contenedor de electrodomésticos inservibles, coches robados y colchones reciclados. También vivió sus momentos estelares, entre los que destaca el incendio de un coche que contenía un cadáver en el maletero. Además, hordas de niños lo invaden cuatro veces al día para entrar y salir de la cercana escuela Guinardó. Desde que el excelentísimo Ayuntamiento se hizo cargo, pensando en una futura remodelación del barrio que nunca llega, todo esto ha dado paso a una vida animal tan rica que ríete tú de la selva amazónica. Además, el pasaje es un foro multicultural donde convive una gran diversidad de bichos. Las pulgas campan a sus anchas (tienen hierba, canes e incluso rastas donde vivir); los ocupantes humanos alimentan a sus perros para que convivan pacíficamente con el ejército de gatos; el factor humano es también determinante para que los felinos dejen en paz a los numerosos, niño dixit, “hámsters con cola”, porque una concienciada vecina se ocupa de alimentarlos a base de botes y botes de Friskies. En definitiva, el pasaje es uno de los pocos espacios ecológicamente vivos que quedan en el barrio. Todo iría como una seda de no ser por los responsables de la escuela, maestros e incluso padres, que han demostrado una escasa sensibilidad animalista y se quejan reiteradamente al Ayuntamiento.

Para este curso han decidido cerrar el acceso a la escuela por el pasaje hasta que se les garantice la salubridad para que puedan transitarlo sus rapaces. Por fortuna, en el Consistorio saben que esos pequeños energúmenos son unos depredadores de aquí te espero, capaces de cargarse la fauna autóctona en menos que canta un gato. De modo que hasta ahora la única respuesta municipal ha sido enviar a una brigadilla BCNeta de tres elementos que retiraron algunos desechos pero respetaron escrupulosamente a todas las pulgas, ratas, gatos, perros y okupas que conviven en este maravilloso pasaje.

La Vanguardia/ 7-9-04

diumenge, d’agost 22, 2004

Diumenge, 22 d'agost


¿Cuánto duran las pilas?

Juan Cueto

piles
Lo primero que hago cuando estoy metido en el supermercado de mi barrio agarrado al carrito de la compra es ponerme las gafas para leer las minúsculas fechas de caducidad. Mi último pensamiento cuando hago cola delante de la caja registradora de salida también está relacionado con el gran asunto filosófico del tiempo: compro pilas de todos los formatos, marcas, colores y voltajes. Mi problema número uno és que no sé cuánto duran las cosas, sobre todo las pilas. En otro tiempo no era así. Pasaba de las fechas de caducidad, me olvidaba de las pilas que están al lado de la señorita cajera, me metía de lleno en historias que yo creía imperecederas, vivía y derrochaba el presente como si fuera inagotable, un presente continuo, y jamás leía las instrucciones de las cosas, los alimentos, las personas y las sociedades anónimas. Era la fase optimista de la vida. Hasta que un día, viendo en la plataforma digital un documental de Discovery, descubrí que también el optimismo (un mero asunto bioquímico) tenía su fecha precisa de caducidad, necesitaba recargar las baterías y estaba muy sometido al maldito segundo principio de la termodinámica: como los yogures, los cacharros que funcionan a pilas, las pilas y hasta los zapatos Camper; que son los mejores del mundo.

Desde entonces, por culpa del documental de Discovery, ando obsesionado con la tasa de obsolescencia de la vida, las cosas y los sentimientos. Compro más pilas de las que necesito, estoy únicamente atento a las fechas de caducidad y sólo pienso en el segundo principio de la termodinámica cuando se presenta una nueva historia, aventura, oportunidad o novedad que sea. Ojo, me digo ahora, suceda lo que suceda, siempre acabará mal, se le agotarán las pilas y no hay piezas de recambio. Para los que disfrutamos en su día de una innata y estupenda bioquímica optimista, se nos hace muy cuesta arriba admitir que hemos llegado a la fase de pesimismo, y estoy esperando como agua de mayo otro documental de Discovery que explique con el mismo lujo de detalles que mi actual manía de acumular pilas, productos, historias y aventuras de larga duración, tipo Camper, también es un proceso invitablemente bioquímico y muy natural a estas edades.

Pero del pesimismo bioquímico no dan explicaciones científicas consoladoras, nos dejan solos con nuestras propias neuras, mientras que todos los días aprendemos cosas nuevas y muy precisas sobre la degradación del optimismo. Es más, eso de medir la duración del presente, las pasiones humanas o las cosas del supermercado se está convirtiendo en todo un género periodístico. Ayer, por ejemplo, he pillado un sesudo artículo traducido de una revista científica de Zúrich en el que se afirma que el presente sólo dura tres segundos. El tiempo exacto para pestañerar tres veces, atrapar 24 imagenes por segundo, archivarlas ahí arriba, en el hemisferio correspondiente, y cambiar de mirada. Exactamente como en los videoclips del hip-hop. Todo lo demás, dice el sabio alemán, es pasado, mera memoria, o una simple ilusión cultural que fabrica el cerebro como conjura de ese presente que se agota en un abrir y cerrar de ojos: una suma de instantes divididos en planos de tres segundos y luego montados aceleradamente en la regía audiovisual del cerebro. Una minificación de tres minutos, como máximo.

Pero todavía es la actual explicación bioquímica del sentimiento humano por excelencia. Resulta que el amor dura 3 años. No sólo lo dice el divertido Beigbeder (en su penúltima novela en anagrama se titula justamente así) sino que acaba de publicarse en Francia un ensayo serio, y muy aburrido, del neurobiólogo Lucy vincent (Commnent devient-on amoureux? Odile jacob) en el que explica cuánto dura la célebre conmoción sentimental que mueve el mundo. Treinta y seis meses es el tiempo que las batas blancas les dan a las pilas internas que encienden la pasión humana. Un barullo de hormonas, feronomas, domapimas y endomorfinas que drogan los cerebros de la pareja. El tiempo de fabricar un bebé y educarlo. Al cabo de tres años, se agotan las pilas y hay que inventarse en plan bricolaje remedios caseros o darle cuerda vaticana para cargas las baterias, lo cual tiene mucho mérito.

Lo que me llama la atención es que esos laboratorios nunca desmenuzan cosas más interesantes y útiles para la vida cotidiana. Más que el presente y el amor, a mí me gustaría saber con todo lujo de detalles psicoquímicos cúanto duran las pilas del fanatismo, las baterías infantiles de la creencia en Dios, las lámparas incandescentes del maniqueísmo o las recargas del delirio ideológico. Por ejemplo, saber a ciencia cierta un asunto que este verano preocupa a la derecha civilizada del país: cuánto duran las pilas de Aznar. Mucho me temo que son de Duracell, como las de la publicidad de ese muñeco que también toca el tambor.

El País semanal /22-8-2004

dimarts, d’agost 17, 2004

Dijous, 18 d'agost


Mails enviats a Michael Moore

Fahrenheit 9/11’  “Just wanted to let you know that I saw you on Charlie Rose last night and heard you mention that you hope ‘Fahrenheit 9/11’ will get non-voters to register to vote. Well I'm one of those non-voters, but I had been thinking about voting this year because I couldn't stand that clown anymore. I've never been a political person, but after seeing what he's done and is trying to do to this country, and after seeing ‘Fahrenheit 9/11,’ I will be voting for the first time ever! This time it's personal! I feel that my vote will be very important and will hopefully make a difference! Thanks for the great documentaries!” –L.L., Miami, FL


La obra de un patriota

JOHN BERGER

Fahrenheit 9/11 es increíble. No tanto como película -aunque es una película astuta y conmovedora-, sino como acontecimiento. La mayoría de los críticos intentan quitar importancia al invento y menospreciar la película. Luego veremos por qué. El filme de Michael Moore conmovió profundamente a los artistas que formaban el jurado del Festival de Cine de Cannes; parece que el voto para darle la Palma de Oro fue unánime. Desde entonces, ha llegado a muchos millones de personas. Durante sus primeras seis semanas de exhibición en Estados Unidos, los ingresos de taquilla superaron los 100 millones de dólares, es decir -aunque parezca asombroso-, aproximadamente la mitad de lo que ingresó Harry Potter y la piedra filosofal durante un periodo equiparable.

La gente nunca ha visto una película como Fahrenheit 9/11. Los únicos a los que parece haber molestado son los llamados creadores de opinión en la prensa y los medios de comunicación.

El filme, considerado como acto político, puede constituir un hito. Ahora bien, para captarlo del todo hace falta tener cierta perspectiva de futuro. Vivir con la vista puesta en las últimas noticias, como hacen en general los creadores de opinión, reduce la visión de una persona: cualquier cosa es una complicación, nada más. La película, en cambio, cree que puede contribuir mínimamente a cambiar la historia del mundo. Es una obra inspirada por la esperanza.

Lo que la convierte en acontecimiento es el hecho de que sea una intervención eficaz e independiente en la política mundial inmediata. Hoy en día es raro que un artista (y Moore lo es) logre hacer una intervención de ese tipo e interrumpir las declaraciones preparadas y llenas de evasivas de los políticos. Su fin inmediato es disminuir las probabilidades de que el presidente Bush sea reelegido el próximo mes de noviembre. De principio a fin, invita a un debate político y social.

Denigrarla diciendo que es propaganda es una ingenuidad o una perversidad, porque olvida (¿deliberadamente?) lo que nos enseñó el último siglo. La propaganda exige una red de comunicación permanente para poder reprimir de forma sistemática la reflexión con lemas emotivos o utópicos. Su ritmo suele ser rápido. La propaganda sirve siempre los intereses a largo plazo de alguna élite. Esta película aislada y heterodoxa es, muchas veces, lenta y reflexiva, y no tiene miedo del silencio. Convoca a los espectadores a pensar por sí mismos y relacionar las cosas después de reflexionar. Y la gente con la que se identifica y a la que defiende es la gente a la que no se suele escuchar.

Presentar enérgicos argumentos no es lo mismo que saturar con propaganda. Fox TV hace esto último, Michael Moore hace lo primero.

Desde los tiempos de la tragedia griega, los artistas se han preguntado periódicamente cómo podían influir en los acontecimientos políticos. Una cuestión delicada, porque se trata de dos tipos muy distintos de poder. Existen numerosas teorías estéticas y éticas que abordan este interrogante. Para quienes viven bajo tiranías políticas, el arte ha sido con frecuencia una forma de resistencia oculta, y los tiranos suelen buscar maneras de controlarlo. Sin embargo, siempre ha ocurrido en términos generales y en un territorio amplio. Fahrenheit 9/11 es una cosa distinta. Ha logrado intervenir en un programa político y entrar en su propio terreno.

Para que sucediera así, era necesario que coincidieran diversos factores. El premio de Cannes y el desacertado intento de impedir que se distribuyera el filme fueron factores fundamentales en la creación del acontecimiento.

El hecho de señalarlo no quiere decir, en absoluto, que la película en sí no merezca la atención que está recibiendo. Es recordarnos simplemente que, en el ámbito de los medios de comunicación, un gran acontecimiento (el derribo del muro diario de mentiras y medias verdades) es forzosamente una cosa infrecuente. Y ese carácter infrecuente es lo que ha hecho que la película sea un caso ejemplar. Un ejemplo para millones de personas, como si hubieran estado esperándola.

El filme sugiere que la Casa Blanca y el Pentágono, en el primer año del milenio, cayeron en manos de una banda de matones -junto con su portavoz renacido- para que, a partir de ese momento, el poder estadounidense estuviera prioritariamente al servicio de los intereses mundiales de las empresas. Una situación descarnada que se acerca más a la realidad que la mayoría de los editoriales llenos de sutileza. Sin embargo, más importante que la situación es cómo se expresa la película. Demuestra que, a pesar del poder manipulador de los expertos en comunicación, los discursos presidenciales llenos de mentiras y las ruedas de prensa insulsas, una sola voz independiente, que destaca ciertas verdades que muchísimos estadounidenses están ya descubriendo por sí solos, puede atravesar la conspiración de silencio, la atmósfera artificial de miedo y la soledad de sentirse políticamente impotentes.

Es una película que habla de deseos remotos y obstinados en un periodo de desilusión. Una película que cuenta chistes mientras la orquesta toca el Apocalipsis. Una película en la que millones de estadounidenses se reconocen a sí mismos y ven las formas de engaño concretas que emplean con ellos. Una película que habla de discutir todos juntos sobre sorpresas, en general malas, pero en algunos casos buenas. Fahrenheit 9/11 recuerda al espectador que, cuando se comparte el valor, se puede luchar aunque todo esté en contra.

En más de mil cines de todo el país, Michael Moore se convierte con esta película en un tribuno del pueblo. ¿Y qué es lo que vemos? Bush es claramente un cretino político, tan ignorante respecto al mundo como indiferente ante él. Mientras que el tribuno, preparado por la experiencia popular, adquiere credibilidad política, no como político profesional, sino como la voz que expresa la ira de una multitud y su deseo de resistir.

Hay otra cosa increíble. El objetivo de Fahrenheit 9/11 es impedir que Bush arregle las próximas elecciones igual que arregló las anteriores. Su centro de atención es la guerra de Irak, totalmente injustificada. Pero su conclusión va más allá de estos dos asuntos. Declara que una economía política generadora de una riqueza que aumenta sin cesar, rodeada de una pobreza que también aumenta de forma desastrosa, necesita, para sobrevivir, una guerra continua con algún enemigo exterior inventado para mantener el orden y la seguridad en el interior. Necesita una guerra interminable.

Por consiguiente, 15 años después de la caída del comunismo, décadas después del supuesto final de la historia, una de las principales tesis de la interpretación marxista de la historia vuelve a convertirse en tema de debate y posible explicación de las catástrofes actuales.

Siempre son los pobres los que son más sacrificados, anuncia calladamente Fahrenheit 9/11 en sus últimos minutos. ¿Hasta cuándo?

No hay futuro para cualquier civilización en el mundo que ignore hoy esta pregunta. Y ésa es la razón de que se haya hecho esta película y se haya convertido en lo que se ha convertido. Es una película que desea, con todo su corazón, que Estados Unidos sobreviva.

EL PAÍS - Opinión - 15-08-2004

dimarts, de juliol 06, 2004

Dimecres, 7 de juliol


Nostàlgia de paisatges virtuals

paisatge Ja se senten els tam-tams de les vacances i les converses van plenes de paisatges somiats, perduts o retrobats. Toca, com cada any. Algunes vegades, però, els resultats d'aquestes recerques no s'ajusten a la realitat. LLavors ens consolem dient que ens han canviat el paisatge o que nosaltres hem canviat. Tot pot ser. Juan Cueto va una mica més lluny i ens explica que també es pot arribar a sentir nostàlgia de paisatges virtuals.


Nostalgia de paisajes virtuales

Juan cueto

Tengo un serio problema con el paisaje. Resulta que los paisajes que siempre me gustaron ya no existen, los destrozaron las conurbaciones, las autopistas, los tendidos eléctricos, los chiringuitos, los tendejones industriales, la tercera linea de los chalés adosados o los cultivos agrícolas subvencionados por Bruselas, pero los paisajes que actualmente me gustan tampoco existen. O son paisaje virtuales (del cine, los videojuegos, el net-art) o son publicidades turísticas engañosas de imágenes digitales retocadas por Adobe Photoshop y que luego, cuando picas, pagas, viajas e intentas disfrutarlos, descubres que son meros parques temáticos que intentan representar los tópicos majúsculos del Caribe, la Toscana o los mares del Sur.

Y cuando el magnífico paisaje que te vende la agencia de viajes existe realmente, todavía no ha sido machacado, hay que organizar una costosísima y agotadora expedición desde el lejano y urbano hotel para verificar in situ, con precisión topológica, que sí, que se parece mucho al de la fotografía turística que hizo salvar tu sed de paisajes. Entonces desenfundas tu cámara digital e intentas reproducir lo más fielmente posible, desde el mismo punto de vista, la imagen del folleto. Sólo para que conste que estuviste allí.

Lo mejor y lo más barato sería quedarse en casa contemplando en tus pantallas paisajes virtuales (algunos estupendos: la versión neozelandesa de las tierras de Tolkien o la gran saga del videojuego Myst) por medio de la tele, Internet, el DVD o la Play-Station, pero con los años, a medida que envejeces, la única líbido que se activa es la de ver y oler aquellos paisajes de tu niñez y juventud de los que ya no hay rastro.

Lo curioso es que en aquellos tiempos juveniles nunca le había prestado al paisaje demasiada atención. El paisaje era lo que estaba detrás de las cosas, las pelis, las novias, los libros o los tebeos. Y siempre que podía me lo saltaba; como con las descripciones paisajísticas de las novelas, aunque allí, en las páginas que zapeaba, estuviera el verdadero genio del escritor y su máximo esfuerzo literario. Con el celuloide era algo distinto, porque ya me dirán cómo saltarse los paisajes del western o de las aventuras de las velas blancas, las selvas verdes y los desiertos rojos, aunque mi auténtica devoción eran las acciones y las estrellas, y no aquellas pausas de los horizontes de grandeza, que tambien, como supe después, eran el meollo del cine de autor. Pero influyeron subliminalmente, como dicen los publicitarios. Ahora, ya digo, estoy sentimentalmente obsesionado por el paisaje, y cuando releo y reveo los viejos títulos, lo único que archivo, si es que aún hay sitio ahí arriba para archivar algo, son aquellos pasajes en los que me saltaba el paisaje.

Resumiendo. El paisaje que añoro ha desaparecido de la faz de las tierras no turísticas o se ha convertido en parque temático, y encima tengo nostalgia de unos paisajes que estaban fabricados de ficción y en definitiva eran tan irreales como ahora mismo lo son los virtuales de El señor de los anillos i Myst. O sea, que el paisaje sempre es nostalgia de unos paisajes grabados en la parte de la tierra del disco duro cerebral y que muchas veces eran paisajes de mentira.

Pero si el paisaje tradicional siempre fue artificial, al menos desde que los románticos inventaron con la mirada y la pluma los mitos del bosque ameno, las cumbres escarpadas y los valles apacibles, una visión que exigía ser contemplada a cuatro kilómetros por hora, que era la velocidad precisa para filosofar por esa escenografía europea en las épocas de la Ilustración y, después, de la Institución Libre de Enseñanza (aunque por la meseta castellana y no por las estribaciones de los Alpes), lo muy cierto es que el actual paisaje europeo, y el nuestro primer lugar, ha padecido uno de los mayores descuartizamientos de la historia de la naturaleza y de la cultura.

Ya no hay nada que pasear románticamente ni filosofar ilustradamente a cuatro kilómetros por hora. Y cuando, por fin, te encuentras con la naturaleza propiamente dicha luego de superar la tercela linea de las urbanizaciones periféricas ( las exurbs, que le dicen en los Estados Unidos al horror seudometropolitano que rodea la metrópoli), los polígonos industriales, los nudos de las autopistas, los techos de uralita y los centros comerciales, llegas al más artificial de los paisajes agrarios jamás construidos por el hombre: esos interminables y nada amenos campos de maiz y girasoles que cubren los viejos paisajes de las eurollanuras con un paisaje clónico, cuando no genéticamente modificado, y cuyo único sentido son las subvenciones de Bruselas.

Entonces, para apagar esa repentina sed de paisaje que padezco, sin nada que pasear, me encierro clandestinamente en el cuarto oscuro de las pantallas y enciendo esos fantásticos paisajes virtuales que, ya lo verán, serán la única nostalgia paisajística de nuestros nietos.

El Pais /EPS/4-7-04

divendres, de juliol 02, 2004

Diumenge, 4 de juliol


Jugar als centenaris

metamorfosi Despertar-te un dia transformat en un altre. Haver d'acostumar-te a un cos nou sense haver pogut acomiadar-te del vell. Sentir-te com un escarabat a casa teva i acabar aixafat com ell. Això és el que experimenta durant uns dies Gregor Samsa, el protagonista de "La Metamorfosi" de Frank Kafka. Una història que llegim amb el cor encongit i que, en acabar, ens fa sentir més petits.

Despertar, sortir de casa i passar-te el dia voltant per la teva ciutat i tornar al llit familiar a la nit. Sentir-te com un Ulisses desencantat a Dublín. És l'aventura que viu Homer Bloom, el protagonista de l"Ulisses" de James Joyce.

Praga i Dublín van ser els escenaris triats per Kafka i Joyce per explicar-se a través de monstres i herois. Els habitants de Dublín ho celebren cada any fent actuar el seu particular Ulisses en el Bloomsday. ¿Què esperen els de Praga per fer el mateix? Això és el que es pregunta, amb certa por i grans dosis d'humor negre, Juan José Millás a "Eventos".


Eventos

Juan José Millás

Me pregunto si cuando se cumpla el centenario de la publicación de La Metamorfosis, de Kafka, la gente se disfrazará de escarabajo y recorrerá las calles de Praga para celebrarlo. Tampoco sería mala idea levantar un parque temático en el que se recrearan las distintas estancias de la casa de Gregorio Samsa. La atracción principal debería ser la cama del protagonista, en la que el visitante podría pasar la noche mientras un equipo de maquilladores trabajaría sobre su cuerpo para que se viera, al despertar, transformado en un horrible insecto. Como es lógico, el parque debería contener miles y miles de habitaciones y de camas idénticas, fabricadas en serie, para que no se convirtiera en una diversión de minorías.

La conversión en escarabajo sería el reclamo principal, puesto que es de la que se prevé más demanda, pero también habría que ofrecer al público la posibilidad moral de transformarse en los padres o en la hermana del escarabajo. De este modo, usted y su señora, o su señora y usted, pasarían la noche en el hogar de los Samsa como si fueran los padres del chico. Al ir a despertarle por la mañana, se encontrarían con el panorama que describe la novela. Quiere decirse que la atracción duraría varios días, por lo que habría que facilitar a los visitantes unos pasaportes que les permitieran salir de la vivienda de los Samsa para ir a la oficina y regresar sin pagar de nuevo la entrada. También se debería permitir llevar la comida de casa, aunque se compraran las bebidas en el parque.

Nuestra experiencia como gestores del V Centenario del Descubrimiento de América, de los Juegos Olímpicos de Barcelona y del Fórum de las Culturas nos coloca en una situación de privilegio de cara a la asesoría del evento, porque deberíamos llamarlo desde el principio de este modo: evento. Todo esto se nos ha ocurrido al contemplar el rigor con el que se ha desulisado el Ulises, que debería ser un ejemplo de cómo desquijotizar el Quijote. Desmetamorfizar La Metamorfosis es el gran reto de la Europa comunitaria en 2016. Faltan 12 años, pero los grandes eventos, porque se trata, insisto, de un evento, conviene prepararlos con mucha antelación para que no nos pille el toro (de Osborne, por supuesto).

El Pais, 2-7-04

diumenge, de juny 27, 2004

Diumenge, 27 de juny


Literatura d'assalt

triclinium Parlar per parlar o escriure per escriure són activitats que ens agrada practicar. Quan ens ho demana el cos o quan volem impressionar. D'això, algú en diria donar la llauna o fotre el rollo. I tindria raó. Perquè, si no es fa bé, pot arribar a cansar. Però... qui no s'ha vestit algun dia de contista, poeta o bufó i ha tirat pel dret sense demanar permís a l'auditori?. El resultat pot ser divers: literatura o incontinència verbal. Javier Marias s'ho planteja també en el seu article "Añoranza del triclinio", i busca els culpables entre els antics romans.


Añoranza del triclinio

Javier Marias

Cuenta Jeròme Carcopino, en su ya viejo libro de 1939 La vida cotidiana en la antigua Roma, que los recitados o las lecturas públicas fueron el verdadero cáncer de la literatura latina, lo que empezó a agostarla. La dificultad y el elevado coste de hacer copias a mano de los textos fueron la causa de esta moda o costumbre que acabó siendo plaga. Al principio eran sólo los escritores célebres, con Plinio el Joven y Juvenal como faros máximos del periodo, quienes invitaban a un escogido grupo de oyentes a su triclinium o salon-comedor y los deleitaban con sus versos o dicursos o incluso sus dramas sin escenario o actores. Pero poco a poco los políticos y los notables, y aun futuros emperadores como Claudio, le vieron la gracia a ser escuchados y reverenciados, hasta el punto de que quienes podían permitírselo se hicieron eregir auditorios en sus domicilios, para albergar a sus oyentes ya no de calidad, sino en cantidad. Y el hábito se extendió de tal forma que hasta quienes carecían de medios para poseer o alquilar una sala se las ingeniaban para soltar sus rollos, y en cuanto daban con un puñado de incautos, ya fuera en el foro, en los multitudinarios baños y aun en las encrucijadas, se apresuraban a desenrollar sus manuscritos sin rubor y les endilgaban sus obras maestras. "Si se examinan los textos de la época", dice Carcopino (no es una exageración mía), "al instante se tiene la impresión de que todo el mundo le estaba leyendo algo a alguien en voz alta, cualquier cosa, siempre en público, mañana, tarde, noche, en invierno como en verano". No quiero ni imaginarme el panorama.

La costumbre, así pues, se convirtió en obsesión: los abogados se apuntaron, y en sus particulares sesiones leían los alegatos que habían pronunciado en los juicios; los políticos pulían sus arengas para inflingirlas luego como composiciones escritas; y hombres de mundo, hacendados, potentados, que jamás habían escrito nada más que por motivos profesionales, no vacilaban en recitar ante sus auditorios el elogio fúnebre que habían improvisado en el entierro de algún pariente. En cuanto a los verdaderos escritores, no perdonaban ni una sola de sus creaciones más nimias y además se mostraban inagotablemente prolíficos, enganchados a las lecturas públicas. Pronto, quienes eran invitados a ellas desearon subir al estrado y ser asimismo anfitriones, iniciandose así una diabólica rotación que convirtió a cada oyente a su vez en autor. Algunos optimistas interesados quisieron ver en ello el triunfo de la literatura, pero más bien fue su calamidad. La gente ya no distinguía entre lo bueno y lo malo, sinó que lo detestaba todo, obligada a prestar atención o a fingir prestarla, a menudo durante horas, y aun empezó a competirse por ver quien mantenía "hechizado" a su público durante más tiempo, una jornada entera ("Totum diem impendere"), sin desdeñar sobrepasarla en varias. Por cuestiones de reciprocidad social o adulación a los poderosos, se seguía asistiendo a los recitados y convocándolos, pero la mayoría escuchaba con náuseas e infinito aburrimiento, tanto lo excelso como lo mediocre y grotesco, y así la literatura perdió toda dignidad y propósito serio. "Cuando hubo tantos escritores como oyentes", concluye Carcopino, "O, como diríamos hoy, tantos autores como lectores y ambos papeles fueron indistinguibles, la literatura sufrió un tumor maligno e incurable". Es el que él mismo llamó "de las falsas vocaciones".

Bien, yo no se quien fue el imbécil que dijo por primera vez aquella cretinada de no irse del mundo sin plantar un hijo, escribir un árbol y tener un libro o viceversa o versavice, pero desde luego le hizo un flaco favor a la literatura, y puede que también a los vástagos y a las plantas. Cada año, en España, oímos los mismos lamentos: la mitad de la población nunca lee un libro y todo eso. A mi me parece que, a pesar de ello, hay más lectores que nunca - o compradores de libros, da lo mismo y no hay forma de averiguar qué hace la gente en su casa con ellos-, y de hecho encuentro asombroso que haya tantos, habiendo tantos autores. Uno lee que a cada premio de novela se presentan unos quinientos originales, y a menos que sean siempre los mismos repetidos (menos uno, el que ganó el anterior), no se acaba de entender que a tantas personas les sobre tantísimo tiempo. Porque hace falta mucho, créanme, sólo para llenar hoja tras hoja, aunque sea de cualquier desastrada manera. Y no hay año en el que no aparezcan volúmenes firmados por abogados, políticos, empresarios y potentados, como en la Antigua Roma, pero además por actores, cantantes, economistas, periodistas extraconyugales, modelos, psiquiatras, diplomáticos, militares, turistas, comadres televisivas, editores, científicos y qué no. Todos estan en su derecho, y jamás me atrevería a calificar de intruso a ninguno: así como nadie (salvo los hermanos Cano) se pondría a componen música sinfónica sin los conocimientos adecuados, cualquier persona analfabeta se siente capacitada para escribir lo que sea; esa es la creencia general y yo no voy a discutirla. Ahora bien, no deja de recordarme a la Antigua Roma que todos sin excepción tengamos algo que contar o decir; y sobre todo que necesitemos publicarlo. A veces pienso que volver sólo al triclinium, y aun al auditorium, sería una bendición para la literatura.

El Pais/ EPS/ 27-6-04

dissabte, de juny 05, 2004

Dissabte, 5 de juny

El cepo

Vicente verdú

catch A pesar de que nuestro saber común admite la abundante cosecha de pesar y adversidad a lo ancho del mundo, la desgracia sigue recibiéndose como una anomalía. Y una anomalía cada vez más dolorosa (e injusta) teniendo en cuenta las infinitas promesas de bienestar fácil e inmediato que ofrece la formidable producción del sistema. Complementariamente, la moral cristiana se funda en la búsqueda de una felicidad absoluta o pura y resultará una grave negligencia (o pecado mortal) abandonar la intención de conseguirla. ¿Qué ocurre, por tanto, a continuación? Que esta fuerte pugna, ansiosa y crónica, estropea la ocasión de ser felices: la tensión destruye la paz y la insatisfacción (o la inestabilidad) se convierte en el estado natural del tiempo.

Los orientales, a quienes tratamos de imitar en los restaurantes, las meditaciones y las salas de gimnasia, igualan la ataraxia a la dicha, y la expectación, por el contrario, a la desdicha. Pero, también, un activo humanismo de nuestro tiempo debería renunciar a la felicidad y asumir, a través de la solidaridad, la empatía o la simple lucidez, la permanente imperfección del mundo. De esta manera se zanjaría el infausto ejercicio de la auscultación interior tratando de verificar, casi sin tregua, si somos más o menos afortunados y respecto a quién o qué.

Esta exploración interior a la que estimula el marketing, la marca, la promoción del viaje o la cosmética, no deja el alma en sosiego y el posible disfrute del mundo se cambia por la neurosis. En realidad, nuestra felicidad occidental se ha visto siempre desplazada del momento presente, sea un poco hacia delante o un poco hacia atrás. Porque incluso cuando sentimos, en vivo y en directo, algunos episodios felices, los disfrutamos en cuanto relatos que obtienen simultáneamente un puesto en el recuerdo.

Las vacaciones que se inauguran estos días proporcionan su máxima cota de bienestar cuando se sueñan o proyectan, y sólo en aquellos momentos en que no se les exige una recompensa concreta. Pensar mucho en la felicidad es el modo más eficaz para ahuyentarla, mientras que olvidarse de ella es, quizás, el cepo más perfeccionado para acogerla.

El Pais, 5-6-04

diumenge, de maig 23, 2004

Diumenge, 23 de maig

Serial blogs

plagi Els blogs són uns aparadors on podem exposar amb total impunitat realitat i ficció. Si deixem de banda els que bloguegen cròniques d'actualitat o articles d'opinió signant-los amb el seu nom, la majoria dels blogs segueixen el model de diari personal o "confessió". En tots dos casos, però, la realitat ens és servida com un reality-show que llegim i comentem. Per això no és estrany que alguns hagin triat els blogs per penjar-hi diaris personals de ficció. Els lectors ja els tenen assegurats. La jugada és bona. Amb la disfressa de venedors de realitat aconsegueixen espectadors del vell gènere del fulletó sense que aquests se n'adonin. Tot torna.


El(falso)diario de Letizia

Josep Maria Fonalleras

Cuando se supo que la elegida era periodista y cuando los primeros hagiógrafos nos informaron de que además era periodista de raza, en seguida saltaron unos cuantos para reclamar que doña Letizia se quitara el doña por la noche (como quien se limpia el maquillaje) para poder escribir la crónica diaria y se supone que histórica de su paso por tan alta magistratura. Está por ver si a la flamante princesa le da por ahí. Tiene vocación y seguro que habrá material, aunque no sé si tendrá tiempo. Mientras tanto, un inquieto escritor argentino afincado en Barcelona ha decidido suplantarla escribiendo por su cuenta y riesgo un diario apócrifo de la esposa del heredero. El diario de Letizia Ortiz: cuando todas soñaban con ser princesas, yo sólo quería escribir es el título del blog que cuelga de la red y que se ha convertido en el primer recurso que facilita Google cuando tecleas “Letizia” y “Ortiz”. En realidad se trata de una estratagema sagaz, inteligente y divertida creada por Hernán Casciari para que el internauta acabe dirigiéndose a otra deliciosa trampa de ficción creada por él y llamada,“weblog de una mujer gorda” en la que bajo la apariencia de un dietario anodino de una ama de casa argentina se esconde lo que Casciari llama “fusión entre el viejo folletín y las nuevas tecnologías”. La estrategia del escritor es ofrecer “una carnada” para que el usuario que pase por “la respetuosa ficción literaria” de Letizia acabe mordisqueando el cebo hasta verse en las fauces de la web que interesa, una web, claro, de la que la Letizia de mentirijillas se declara fan oficial.

Lo fascinante del invento es que la gente se lo cree. Y lo más fascinante es que, aun sin creérselo, siguen participando en él como si la autora de verdad fuera la mismísima Letizia. La trampa, repito, es inteligente. Hay pequeños errores, como un extravagante “Filíp” por Felipe, o como algún americanismo (“enmantecar la tostada”), pero el resto es perfectamente posible que provenga de la pluma de una chica de Moratalaz. Hay sentimientos (“somos dos personas que se preparan para un futuro en común”), desconcierto (cuando Letizia sueña con despertar en un mundo “donde las monedas no lleven mi rostro grabado”), humor (“ahora que ya sé utilizar la cubertería correctamente espero que mi porcentaje de aceptación ascienda hasta el 80%”), cariño (cuando Felipe le cuchichea Ortiz o Doña) y trascendencia (“mi vida ahora empieza otra vez; si queréis algo, buscad en mi alma”).

Y se lo creen. Y escriben comentarios como éstos: “vestido precioso en la boda de Dinamarca”. O “te felicito por tu sencillez, elegancia y carisma”. O le piden que conteste y le dicen lo bueno que es ver como una plebeya sube tan alto y la comparan con Grace Kelly. ¡Dios, es para morirse! Luego están los que alucinan ante la ingenuidad del personal y los que, reconociendo el engaño, argumentan que son felices dejándose engañar. Y los que no pueden dar crédito a la falsedad: “O sea, ¿que escribe otra persona por ella?”. Más allá de toda previsión, rozando el larguero de lo absurdo, les dejo con la última misiva escrita antes de la boda: “A mí me gusta pensar que eres tú, aunque parece evidente que no es así. Espero que todo salga bien el sábado y daros ánimos para soportar todo esto”. Para que luego digan que los cuentos de bellas durmientes están en declive.

La Vanguardia/ 23-5-04

dimecres, de maig 12, 2004

Dimecres, 12 de maig

Liquant

líquid L'estat líquid, a diferència del sòlid, implica un canvi de forma constant. Zygmunt Bauman es val d'aquest principi per afirmar que la nostra època és la de la modernitat líquida. Res és segur ni immutable i vivim amb una sensació constant de precarietat.



“Es tiempo de precariedad”

Daniel Gamper

Zygmunt Bauman (1925) nació en Polonia en una humilde familia judía con la que emigró a la Unión Soviética tras la ocupación nazi. Tras su paso por el ejército polaco en el frente ruso, fue profesor en la Universidad de Varsovia hasta que con motivo de una campaña antisemita emigró al Reino Unido en donde aún vive. Bauman no es un divulgador de la sociología, pero sus contribuciones a esta disciplina están caracterizadas por un afán ensayístico que no está reñido con el rigor. Autor de “Modernidad y holocausto”, su obra fue estudiada sobre todo en círculos académicos, y no ha sido hasta la década de los noventa que ha pasado a ser conocido y reconocido por un público más amplio a propósito de libros como “Modernidad líquida”, “Globalización”, “Trabajo, consumismo y nuevos pobres Bauman no ofrece teorías o sistemas definitivos, se conforma con describir nuestras contradicciones, las tensiones no sólo sociales sino también existenciales que se generan cuando los humanos nos relacionamos, es decir, la vida misma.

Usted afirma que nuestra época es la de lo líquido, que vivimos en la modernidad líquida. ¿Por qué?

Durante mucho tiempo intenté captar los rasgos característicos de esta época y ahí surgió el concepto de lo líquido. Es un concepto positivo, no negativo. Como dice la enciclopedia, lo fluido es una sustancia que no puede mantener su forma a lo largo del tiempo. Y ese es el rasgo de la modernidad entendida como la modernización obsesiva y compulsiva. Una modernidad sin modernización es como un río que no fluye. Lo que llamo la modernidad sólida, ya desaparecida, mantenía la ilusión de que este cambio modernizador acarrearía una solución permanente, estable y definitiva de los problemas, la ausencia de cambios. Hay que entender el cambio como el paso de un estado imperfecto a uno perfecto, y el estado perfecto se define desde el Renacimiento como la situación en que cualquier cambio sólo puede ser para peor. Así, la modernización en la modernidad sólida transcurría con la finalidad de lograr un estadio en el que fuera prescindible cualquier modernización ulterior. Pero en la modernidad líquida seguimos modernizando, aunque todo lo hacemos hasta nuevo aviso. Ya no existe la idea de una sociedad perfecta en la que no sea necesario mantener una atención y reforma constantes. Nos limitamos a resolver un problema acuciante del momento, pero no creemos que con ello desaparezcan los futuros problemas. Cualquier gestión de una crisis crea nuevos momentos críticos, y así en un proceso sin fin. En pocas palabras: la modernidad sólida fundía los sólidos para moldearlos de nuevo y así crear sólidos mejores, mientras que ahora fundimos sin solidificar después.

¿Qué consecuencias tiene esta inestabilidad para la sociedad y los individuos?

El sentimiento dominante hoy en día es lo que los alemanes llaman “Unsicherheit”. Uso el término alemán porque dada su enorme complejidad nos obliga a utilizar tres palabras para traducirlo: incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad. Si bien se podría traducir también como “precariedad”. Es el sentimiento de inestabilidad asociado a la desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. Desaparece la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad.

¿Cómo se concreta esta precariedad?

En primer lugar como incertidumbre: tiene que ver con la confianza en las instituciones, con el cálculo de los riesgos en que incurrimos y del cumplimiento de las expectativas. Pero para calcular correctamente estos riesgos se necesita un entorno estable, y cuando el entorno no lo es entonces se da la incertidumbre. Un joven decide estudiar con la esperanza de que se convertirá en alguien con unas habilidades que serán apreciadas por la sociedad, que será un miembro útil de la misma. Pero todos estos esfuerzos no dan ningún fruto, ya que la sociedad ya no necesita individuos con estas habilidades. En segundo lugar como inseguridad, y tiene que ver con el lugar social de cada cual, con las conexiones de los individuos (amigos, colegas, conocidos… ), las afinidades electivas como Goethe y Weber las llamaban, con los individuos que seleccionamos de entre la masa para tener una relación personal con ellos. Para establecer estas relaciones son necesarias por lo menos dos personas, pero para romperlas basta con uno. Esto nos mantiene en un estado de inquietud, ya que no sabemos si a la mañana siguiente nuestro compañero habrá decidido que ya no quiere saber nada más de nosotros. El tercero es el problema de la vulnerabilidad, de la integridad corporal, y de nuestras posesiones, de mi barrio y de mi calle.

¿En qué medida la amenaza terrorista determina esta inseguridad?

El terrorismo es el último factor que se ha añadido para aumentar esta vulnerabilidad. Pero antes existía el miedo de la clase baja, el miedo del inmigrante que ha abandonado su tierra y ya no se siente acogido en ningún lugar. Esto lleva a las comunidades tipo gueto, encerradas en un muro que no permite la entrada de extraños. A esto hay que añadir el creciente número de pánicos a los que nos vemos sometidos: envenenamiento de las substancias, del aire, la comida, los cigarrillos. Lo que hoy es sano mañana puede ser tóxico, mortal. ¿Cómo es posible estar seguro de algo en un mundo así? Se confirma así la sospecha de que el punto neurálgico de la precariedad ha pasado a ser la vulnerabilidad.

Pero, ¿no encontramos ningún elemento estable en la modernidad líquida?

En la modernidad líquida la única entidad que tiene una expectativa creciente de vida es el propio cuerpo. La modernidad sólida confiaba en que más allá de la brevedad de la existencia humana se encontraba la sociedad imperecedera. ¿Quién diría algo semejante hoy en día? Yo mismo tengo 78 años y, sólo durante mi estancia en el Reino Unido, he vivido en cuatro sociedades completamente distintas y eso sin moverme del mismo lugar: eran las cosas a mi alrededor las que cambiaban. Así pues, yo soy el elemento más imperecedero de mi biografía. A este fenómeno lo denomino la crisis del largo plazo: el único largo plazo es uno mismo, el resto es el corto plazo.

¿Qué hemos ganado con el advenimiento de la modernidad líquida?

Libertad a costa de seguridad. Mientras que para Freud gran parte de los problemas de la modernidad provenían de la renuncia a gran parte de nuestra libertad para conseguir más seguridad, en la modernidad líquida los individuos han renunciado a gran parte de su seguridad para lograr más libertad.

¿Cómo lograr un equilibrio entre ambas?

No creo que nunca se pueda alcanzar un equilibrio perfecto entre ellas, pero debemos perseverar en el intento. La seguridad y la libertad son igualmente indispensables, sin ellas la vida humana es espantosa, pero reconciliarlas es endiabladamente difícil. El problema es que son al mismo tiempo incompatibles y mutuamente dependientes. No se puede ser realmente libre a no ser que se tenga seguridad y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad, ya que si no eres libre cualquiera que pasa por ahí, cualquier dictador, puede acabar con tu vida. Todas las épocas han intentado equilibrar ambas. La idea del estado de bienestar y las iniciativas que propició en la segundad mitad del siglo XX, como, por ejemplo, la asistencia médica universal, surgen de una comprensión profunda de la relación entre seguridad y libertad. Ya lo dijo Franklin Delano Roosevelt: hay que liberar a la gente del miedo. Si se tiene miedo no se puede ser libre, y el miedo es el resultado de la inseguridad. La seguridad nos hará libres.

En los últimos años se ha concentrado en el concepto de comunidad. ¿En qué medida la seguridad va asociada a la idea de una comunidad cerrada?


Es necesario dejar claro que no puede haber comunidades cerradas. Una comunidad cerrada sería insoportable. Estamos demasiado acostumbrados a la libertad para no considerar que una comunidad cerrada sería como una prisión. Por otra parte, vivimos en un mundo globalizado y la comunidad no se puede crear artificialmente. La sentencia: “es magnífico vivir en una comunidad”, demuestra por sí misma que uno no forma parte de una comunidad, porque una verdadera comunidad sólo existe si no es consciente de que ella misma es una comunidad. La comunidad se acaba cuando surge la elección, cuando el hecho de formar parte de una comunidad depende de la elección del individuo. Nuestras comunidades actuales no son cerradas, sólo se mantienen porque sus miembros se dedican a ellas, tan pronto como desaparezca el entusiasmo de sus miembros por mantener la comunidad ésta desaparece con ellos. Son artificiales, líquidas, frágiles. No se pueden cerrar las fronteras a los inmigrantes, al comercio, a la información, al capital. Hace pocas semanas miles de personas en Inglaterra se encontraron de repente desempleadas, ya que el servicio de información teléfonico había sido trasladado a la India, en donde hablan inglés y cobran una quinta parte del salario. No es posible cerrar las fronteras.

¿Entonces para qué sirve el concepto de comunidad?

Los científicos necesitan el concepto de experimento ideal. Efectivamente, un experimento así, en el que todo está controlado no es posible, pero la idea nos sirve de criterio para valorar los experimentos existentes. O la idea de justicia. No existe una sociedad perfectamente justa, ya que es imposible satisfacer las distintas visiones del mundo presentes en la sociedad. Pero sin la idea de justicia la sociedad sería terrible, sería el “todo vale”. Lo mismo vale para la comunidad, necesitamos la solidaridad que implica, el hecho de estar juntos, de ayudarnos y cuidarnos mutuamente. Somos seres humanos en la medida en que estamos en compañía de seres humanos, no basta con estar en presencia física de otros seres humanos, es necesaria la compañía. Si no existiera la idea de comunidad no consideraríamos que la falta de solidaridad es un error.

¿Cómo se forma y mantiene en la actualidad la solidaridad en las comunidades?

Hay expresiones ocasionales de solidaridad. Piense, por ejemplo, en lo que ha sucedido en España después del terrible atentado en Madrid. La nación se solidarizó con las víctimas. Fue una reacción mucho más bonita que la de los americanos después del 11-S. Ellos expresaron miedo y reaccionaron de manera individualizada, cada cual portaba la foto de su familiar o amigo fallecido. Aquí, en cambio, todos sintieron que una bomba contra cualquiera era una bomba contra ellos mismos. Por ello portaban pancartas en las que simplemente habían escrito de manera ostensible “NO”. Creo que la memoria de estos hechos permanecerá y que ejercerá alguna influencia, en forma de solidaridad, sobre la vida cotidiana. Pero uno nunca sabe lo que puede suceder. En mi anterior visita a Barcelona me impresionaron mucho las sábanas blancas en los balcones, las señales contra la guerra, esa tremenda expresión de solidaridad en toda la ciudad. Mi mujer se preguntó primero si es que en Barcelona todo el mundo hace la colada el mismo día, ya que al principio no podíamos entender lo que sucedía. Supongo que se trata de un modo específicamente español de reaccionar solidariamente. Pero en general, lo que sucede son expresiones ocasionales de solidaridad. A veces no por razones tan nobles como éstas a las que me he referido. Por ejemplo, llevo 33 años viviendo en Leeds, una área muy aburrida, gris, de clase media, en donde impera una indiferencia política absoluta. Desde que vivo allí sólo en una ocasión hubo cierta excitación política con manifestaciones, reuniones, distribución de panfletos y todo eso. El asunto en cuestión era la construcción de un campo de gitanos a cuatro millas de la ciudad. Eso también fue una expresión de solidaridad.

Entonces la solidaridad tiene tanto un sentido positivo como uno negativo.

Sí, eso es lo que sucede con la tendencia de las comunidades a cerrarse. La solidaridad se crea mediante una frontera: un interior donde estamos nosotros y un exterior donde están ellos. En el interior el paraíso de la seguridad y la felicidad, en el exterior el caos y la jungla. Eso es la comunidad cerrada. La palabra no tendría sentido si no implicara la oposición. Y por eso es muy bueno que no podamos construir la comunidad cerrada. Pero también es bueno que tengamos esta idea, ya que podemos discutir sobre el tamaño que debería tener la comunidad. ¿Debería ser tan grande como la de Kant, la “unión universal de toda la humanidad”? ¿ O sólo la comunidad española? ¿O la catalana? Pero ninguna comunidad cerrada incluye a todo el mundo, ya que alcanza su totalidad en tanto que se aísla del exterior, del resto. Es bueno tener la idea de una comunidad que nos incluya a todos, e incluso diría que está en el orden del día. Yo no lo veré porque soy viejo, pero su generación puede acercarse a esa comunidad, ya que las alternativas son demasiado horribles como para pensar que se van a imponer. Nos debemos acercar a la comunidad de toda la humanidad o acabaremos matándonos los unos a los otros.

Pero ¿no apunta el mundo actual hacia lo contrario, hacia el unilateralismo de los Estados Unidos?

Cuando oigo esto siempre me viene a la mente un chiste irlandés: un coche se detiene y el conductor le pregunta a uno que pasa por ahí: “¿Cuál es el camino hacia Dublín?” Y el otro responde: “Si yo quisiera ir a Dublín no saldría de aquí.” Hay mucha verdad en ese chiste. Estoy de acuerdo en que éste es un mundo muy poco propicio para iniciar el camino, sería mejor otro mundo, pero no hay otro que éste. No podemos renunciar a llegar a Dublín sólo porque no estamos en el punto de partida idóneo. Tenemos, es cierto, este imperio mundial de asalto de los EE.UU. que no trabaja para conseguir una comunidad de toda la humanidad, sino que al contrario alimenta el terrorismo y el antagonismo y hace las cosas aún más difíciles. Yo no soy optimista pero tengo esperanza. Hay una diferencia entre optimismo y esperanza. El optimista analiza la situación, hace un diagnóstico y dice, hay un 25% de posibilidades etc. Yo no digo eso, sino que tengo esperanza en la razón y la consciencia humanas, en la decencia. La humanidad ha estado muchas veces en crisis. Y siempre hemos resuelto los problemas. Estoy bastante seguro de que se resolverá, antes o después. La única verdadera preocupación es cuántas víctimas caerán antes. No hay razones sólidas para ser optimista. Pero Dios nos libre de perder la esperanza.

La Vanguardia/ culturas/ 12-5-04


dimarts, d’abril 27, 2004

Dimecres, 28 d'abril

"Akadèmies"

akadèmia L'ortografia no ha parat mai de rebel.lar-se. Sempre ha buscat espais on treure's les sabates o els sostenidors per tal de sentir-se còmoda. Abans s'amagava darrera de les portes dels lavabos o s'exhibia en els crits anònims de les parets. Ara, aprofitant les noves tecnològies, ho fa a cara descoberta. La narrativa dels mòbils i els diàlegs del xats han donat carta de naturalesa a solucions ortogràfiques que fins ara eren carn de bolígraf dels correctors. Per això, l'article de Marius Serra sobre l'existència d'una "Urjente Rreforma Ortografika" del castellà ens fan volar la imaginació i pensar que una "urgent reforma ortogràfica" del català encara ens faria un favor. Ens treuria accents, dirèresis i la ela geminada de sobre.


Marius Serra

Este verano hará cinco años que circula una “Urjente Rreforma Ortografika” que presuntamente estaría acometiendo la Real Academia de la Lengua Española. Es un texto impresionante que despliega un plan quinquenal (1999-2004) para simplificar la ortografía del castellano. Lo mejor es que las propuestas descritas en una frase ya son aplicadas en la siguiente.

El primer punto propone la supresión de las diferencias entre c, s, z y k: “Como despegue del plan, todo sonido parecido al de la k será asumido por esa letra. En adelante, pues, se eskribirá kasa, keso, Kijote. También se simplifikará el sonido de la s en este úniko signo. Desapareserá la doble c y será reemplasada por x (Tuve un axidente en la Avenida Oxidental)”.

El segundo punto propone dos fusiones más: b-v y y-ll: “Por la kual, a partir del segundo año, desapareserá la v y beremos kómo bastará con la b para ke bibamos felises y kontentos. Pasa lo mismo kon la elle y la ye. Sobra la elle. Todo se eskribirá con y (Yébeme de paseo a Biya Luro, señor Bayejos). Esta integrasión probokará el agradesimiento general de kienes hablan casteyano, desde Balensia a Bolibia”.

La propuesta para el tercer año incluye la doble erre inicial, la eliminación de la hache y la fusión entre la ge y la jota: “Se akabarán esas complikadas y umiyantes distinsiones entre echo y hecho. Ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en esta kuestión ke nos tenía aitos. Tampoko en la diferensia entre la g y la j, ya ke muchas beses suenan igual. Aora todo ba con jota (el jeneral jestionó la jerensia). No ay duda de ke esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos con más rrápido rritmo”.

El cuarto año se propone abolir las tildes y las consonantes finales: “Abran de ser el sentido komun y la intelijensia kayejera los ke digan a ke se rrefiere kada bocablo. Tambien seran proibidas siertas konsonantes finales ke inkomodan y poko ayudan al siudadano. Asi, se dira: ¿ke ora es en tu relo? o la mita de los aorros son de eya”.

Finalmente, este quinto curso 2003-04 se propone la eliminación de la d intervocálica de participio “pasao”. “Ademas, y konsiderando ke el latin no tenia artikulos y nosotros no debemos inbentar kosas que nuestro padre latin rrechasaba, kasteyano karesera de artikulos. Sera poko enrredao en prinsipio, y ablaremos komo futbolistas yugoslabos, pero despues niños de kolegios beran ke tareas eskolares rresultan mas fasiles. Profesores terminaran benerando akademikos ke an desidio aser rreformas klabes para ke seres umanos ke bibimos en nasiones ispanoablantes gosemos de berda idioma de Serbantes y Kebedo”.

El plan acaba con una proclama patriótica: “Eso si: nunka aseptaremos ke potensias estranjeras token kabeyos de letra eñe. Eñe rrepresenta balores mas elebados de tradision kultural ispanika y primero kaeremos kadaberes ke aseptar bejamenes a simbolo ke a sio korason bibifikante de istoria kastisa”.

La propuesta ha circulado por internet, demasiadas veces sin firma, desde que en agosto de 1999 la lanzó el abogado y periodista colombiano Daniel Samper Pizano, vinculado durante años a “Cambio 16” e informadísimo biógrafo de Les Luthiers. Un candidato excelente para presidir la Akademia o dirigir el Instituto Serbantes.

La Vanguardia/ 27-4-08

dissabte, d’abril 10, 2004

Dissabte, 10 d'abril


Regust

 birdsEls malsons deixen un regust a cosa viscuda i ens ho fan saber quan ens despertem. Un cop llevats, ens toquem per comprovar que tot és a lloc, que som aquí i tot va bé. I sí, ho sembla. Alleugerits, sortim al carrer i ens barregem amb la gent. En arribar a la feina, però, aquest regust ens torna i ens diu que despertem.

Juan José Millás "Diario"

Seríamos unas veinticinco aves con cabeza de mujer (ya adelanto que se trataba de un sueño) y volábamos en una formación que imitaba la punta de una flecha, cuyo extremo era ocupado sucesivamente por cada uno de los miembros de la formación. El relevo se producía de manera mecánica, como si el grupo estuviera dotado de un reloj interno. Desde la altura a la que volábamos se veían unos acantilados algo siniestros, cuyos bordes parecían labios. Un poco más allá había un desierto salpicado por formaciones verdes, muy distantes entre sí, en las que pastaban animales. Al tener los ojos delante de la cara y no a los lados, como los verdaderos pájaros, nos veíamos obligadas a girar el cuello a izquierda o derecha para comprender nuestra situación en el espacio.

Yo sabía que no pertenecía a ese mundo avícola, pero intuí que me convenía disimular para no ser descubierta. Ignoraba, en cambio, si pese a ser pájaros hablábamos (puesto que teníamos boca), o piábamos (pese a no tener pico). En esto, la bandada empezó a descender en círculos sobre un camello muerto y percibí un olor a descomposición que removió algo dentro de mi estómago. Intuí que era una manifestación del hambre, pero una vez que llegamos a tierra no empecé a comer hasta que otras aves más viejas que yo abrieron la panza del animal y le sacaron las vísceras. Actuábamos de acuerdo con unas pautas inexplicables, pero muy eficaces, pues todo el mundo comió algo, aunque en turnos diferentes.

Cuando hubimos saciado el hambre, una de aquellas aves dijo: "Nos vamos". Comprendí entonces que se podía hablar sin resultar sospechosa y abrí la boca para decir algo, pero me salió un garlido que hizo que todos los ojos me miraran con aprensión. Entonces me desperté, y me arreglé. En la oficina, advertí que el jefe tenía cara de camello y me sorprendió no haberme dado cuenta hasta ese día. Me sentí extraña entre los seres humanos como antes entre los pájaros, pero no dije nada, pues no sabía si allí se hablaba o se ladraba. Al poco, el jefe se puso a piar y yo coloqué los labios en forma de u para hacer lo mismo, pero me salió una palabra. Me miraron con odio y volví a despertarme, etcétera.

El Pais/ 10-4-04

dissabte, d’abril 03, 2004

Diumenge, 4 d'abril

Façanes al descobert

façanaQui vulgui saber on para el pis que vol llogar ja pot fer-ho sense moure's de casa. Si en entra en aquesta web, li ensenyaran una foto de la façana de l'immoble, i sabrà si li donen gat per llebre o si el pis existeix. El que no trobarà encara és el que es cou darrera de les parets. Enrique Vila Matas reivindica la possibilitat de fer-ho en aquest article:


La 'web' del Percebe

Enrique Vila Matas

En una web de Internet, www.qdq.com, puede uno encontrar las fotografías de las fachadas de todos los inmuebles de Barcelona, Valencia, Sevilla y Madrid. Basta con saber el nombre de la calle y el número de un inmueble de esas ciudades para que, tras el clic de rigor, en un instante te aparezca la fachada que buscabas, acompañada de un plano de situación. Eso permite todo tipo de visitas indiscretas. Puedes dedicarte a ver en qué estado se encuentra la fachada del inmueble de tus padres o bien (si sabes donde vive) ver cómo es por fuera la casa de Ana Palacio en Madrid y fijarte en la bombona de butano y el cardo que tiene en su terraza. Y si quieres puedes también ver la fachada del inmueble donde vives, e incluso la ventana en la que tienes el ordenador desde el que miras tu inmueble. O bien, por puro morbo, ver la casa en la que vive tu peor enemigo, o enterarte de dónde está la calle en la que esos amigos tan latosos te han invitado a cenar esta noche.

Una frustración recorre la web entera. Y es que en las fotografías de las fachadas salen balcones, contenedores, rótulos de tiendas y alcantarillas, pero no se ve a un solo ser humano caminando por delante del inmueble buscado, y nadie tampoco asomado a una ventana. Puedes pasarte el domingo entero con tus hijos pequeños jugando a ver cómo son las casas adosadas de los simiescos padres de sus amigos del colegio (para ver, por ejemplo, si algunos viven en lugares tan fabulosos como dicen), pero ya verás como no irás más allá de la foto fría del inmueble.

Lo ideal sería que esa web imperfecta fuera como una Rue del Percebe de los tebeos de antaño, y no una rue sin percebes ni seres humanos. Lo ideal sería que fuera una web universal del Percebe y pudiera verse en ella, sin pudor alguno, no sólo lo que le pasa a la humanidad de Sevilla, Barcelona, Madrid y Valencia, sino también a la del resto del mundo. Que pudiéramos ver de verdad qué pasa por ahí, ir más allá de las fachadas, ir piso por piso, tal como sucede en La vida, instrucciones de uso, el libro de Georges Perec, donde este escritor imaginó un edificio al que le habían quitado la fachada, de modo que, desde la planta baja a la buhardilla, todos los aposentos que daban a la calle eran simultáneamente visibles.

Lo ideal sería que, espiando cualquier inmueble, se pusiera de pronto en marcha una historia y pudiéramos saber qué está pasando ahí, en ese cuarto iluminado de la tercera planta, por ejemplo, en ese preciso instante. Pero todo esto, hasta que no haya una web universal del Percebe, tendremos que inventárnoslo, seguir siendo cuentistas si queremos que el tedioso domingo no sea demasiado pelmazo. Una vez más se confirma que no es cierto que una imagen -gran estupidez la de este tópico- valga más que mil palabras, sino todo lo contrario. Y es que las fotografías de fachadas se agotan en sí mismas. Con esas fotografías de inmuebles sin alma, ocurre lo mismo que con la parca información que nos da ese retrato único que circula de Shakespeare y que, como dice Northrop Frye, nos prueba que el dramaturgo existió, pero sólo nos prueba eso, porque, por lo demás, lo que vemos es un hombre con pinta de tontaina. Las fotografías realistas de fachadas se agotan en sí mismas y quien las mira con credulidad puede llegar a convertirse en uno de esos seres que tienen un sentido tan grande de la realidad que son como peces que muerden el cebo y no ven el sedal. Y yo, la verdad, prefiero mirar hacia otro lado y ver así más allá del sedal, inventar, o bien leer a Shakespeare sin prestar atención a su retrato.

El pais/4-4-04

diumenge, de març 28, 2004

Diumenge, 28 de març

Bona cara al mal temps

onades Al mal temps, bona cara. És la que intento posar amb aquest temps tan boig. Plou, neva, i ja no sé on paro. Sort en tinc del pèl i no he de fer com els altres, que ja no saben com vestir-se. ¿Primavera o hivern? primavera d'hivern, diria. I avui amb una hora menys. He bordat i com si res. Tots adormits i sense poder sortir. He fet temps llegint el diari per internet. Sort n'hi ha d'alguns, com Manuel Vicent, que posen bona cara al mal temps.

Las olas

Manuel Vicent

El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados. Los niños nos preparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido. La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse.

El Pais/ 28-304