dimecres, de març 26, 2003

Dimecres 26 de març

 mascara De la necessitat d'estar alegres per fer front a la tristesa generada per la guerra, de l'alegria lúcida com arma per veure-hi clar, de la necessitat de ser respectuosos amb el dolor dels altres, de no voler ser el mort en el funeral d'un altre i de fer ombra als veritables protagonistes del drama. De tot això, i més, ens parla Elvira Lindo en el seu article El dolor

Elvira Lindo

Hay que ser alegres. Tenemos el deber de ser alegres. Algo parecido dijo García Lorca. No hablaba de la alegría de los ignorantes, ni de los que sólo son capaces de alegrarse por aquello que afecte a su ego, sino de la alegría como motor de la vida, de la alegría que libera del ensimismamiento y hace estar atento a lo que tenemos delante de los ojos. Hay que ser alegres. Se lo escribía Lorca a un amigo en un momento muy oscuro de su existencia. Es probable que se lo estuviera diciendo a sí mismo, que esa frase escondiera una especie de regañina íntima hacia una actitud depresiva de la que no lograba escapar, uno de esos "corta el rollo" que a veces uno se dice a sí mismo para no engolfarse en la tristeza. La tristeza. Con todo este asunto terrible de la guerra hay quien sobreactúa la tristeza. Y no hay cosa más frívola que la sobreactuación viviendo en este lugar del mundo, tiene algo de obsceno. Proust creó un personaje que, como todos los suyos, tiene su calco exacto en alguien que conocemos: Francisca, la criada. Cuando Francisca oía algo sobre una desgracia que ocurría en otro lugar del mundo comenzaba a llorar desconsolada y se le llenaba la cara de padecimiento. Sin embargo, ¡ay como Francisca tuviera que sentir lástima de un ser cercano al que ella considerara por debajo de su categoría! Ahí Francisca se olvidaba de la identificación con el dolor ajeno y podía ser terriblemente cruel. Hay que tener mucho cuidado con la expresión del dolor, y en los entierros, por educación, dejar el protagonismo a quien más lo merezca, es cuestión de justicia. El dolor, en estos días, es de aquellos inocentes a los que les llueven bombas del cielo. El dolor es suyo. No hace falta vestir de negro en las manifestaciones, ni ser campeón del sufrimiento, ni apropiarse de la desgracia ajena. Separemos la realidad de la ficción, como dijo el director de Bowling for Columbine. El papel real de los que podemos dormir tranquilos cada noche es mantener la cabeza fría y no olvidar los nombres (de aquí a las elecciones) de quienes nos metieron en esto. La ficción es hacer que sufrimos tanto como las víctimas reales.
(El Pais/26-3-03)

dissabte, de març 22, 2003

Dissabte, 22 de març

Guerres i déus

espectador De la guerra com a espectacle que trenca les nostres rutines, de l'atracció morbosa que sentim tots per veure-hi què s'hi cou, encara que sigui com a espectadors, i és del que en parla Vicente Verdú a La guerra . Manuel Vicent s'encarrega de reblar el clau a Dioses, on reflexiona sobre el perill de deixar-nos enlluernar per l'estètica de les noves màquines de matar i d'arribar a convertir la realitat en ficció.

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La guerra


Cuesta decirlo, pero la guerra es lo más excitante que hay. No todas las guerras son iguales, naturalmente, pero participando Estados Unidos se garantiza un gran aporte de productividad psicológica, simbólica y social. Gracias a la guerra de Irak puede que ese país quede devastado por completo, pero, ¿puede compararse la pérdida de su miseria con los beneficios de diverso orden que actualmente se generan en la comunidad internacional? La especie humana en conjunto, traducida en televidentes, ha visto incrementado de súbito la atracción de la pantalla, el interés de sus vidas, la amenidad del hogar. Parejas que habían agotado su comunicación, enteras zonas rurales que dormitaban ante los talk shows, empleados que no hallaban sentido al despertar, reciben, gracias a la guerra, una tonalidad imprevista, sembrada de sentido y sentimentalidad. ¿Qué decir, además, de los medios de comunicación, base de nuestras vidas? En los medios, una guerra con Estados Unidos al frente significa una orgía profesional, la gran ocasión de que todos los enviados sean especiales; todas las noticias, candentes; cualquier número, un hito. Sucede también con las ciudades. Capitales famosas convertidas hoy en meros centros turísticos, triviales parques temáticos o aburridas sedes políticas, adquieren vigor revolucionario e insurgente gracias a las manifestaciones pacifistas que gritan "no a la guerra" como si en ello se revelara milagrosamente la oculta razón de ser. Una guerra espectacular, a cargo del país más espectacular, provee réditos espectaculares; hace recaer en cuestiones profundas, favorece los vínculos interraciales, desarrolla la piedad, fomenta la autoestima. Puede que los países atrasados no sean capaces de procurarnos ordinariamente otra cosa que sucias materias primas, pero cuando se trata de una guerra con Estados Unidos su remesa de artículos morales alcanza un incalculable nivel. Acaso Irak no fuera nada para Occidente desde el punto de vista espiritual y sólo un gran pozo de gasóileo en lo material. Ahora, sin embargo, proporciona ininterrumpidamente, en vitud de la guerra, el chorro vital más caliente, caudaloso y excitante que se había conocido hasta el momento en la fría edad de la información.


Dioses


 déusEntre un Cromagnon esgrimiendo una garrota de encina y George Bush armado con un misil Tomahawk, la diferencia no está en el cerebro humano, sino en la cabeza del misil que ha evolucionado mucho más; no sólo en inteligencia, sino también en diseño. Aunque se presente envuelto en una nube de palabras heroicas, el actual presidente de Estados Unidos conserva todavía intactas algunas pulsiones del primate; en cambio, el Tomahawk se halla ya a años luz de aquella ingenua estaca de nudos. Llevamos ya tres días de espectáculo. Éste es un aviso para los que aún conservan la fascinación por los tebeos de Hazañas Bélicas. Uno de los daños colaterales irreversibles de la guerra moderna consiste en que el espectador de televisión quede subyugado por la belleza de las armas. Ninguna escultura de la última vanguardia puede equipararse con el bombardero B-2 Spirit, un triángulo de acero casi metafísico. Parece que las armas estén hechas para ser admiradas antes que temidas. Si te asombra su precisión y limpieza para alcanzar el objetivo y te dejas poseer por una estética que incluye un poder mortífero, serás tú la primera víctima. De hecho, los misiles tienen una forma obscena. Algunos soldados con vocación de filósofos escriben con tiza en su panza pensamientos satánicos antes de montarlos en las rampas de lanzamiento. Buen viaje al infierno. El mismo impudor contienen los discursos de los políticos y las arengas de los generales que dan paso a las matanzas. Esa literatura épica no ha variado desde los poetas griegos cuando se ensalzaba a los guerreros que dormían de pie apoyados en sus lanzas. Es la misma basura lírica, grandilocuente, sagrada que enardece a la carne de cañón desde los héroes a las ratas. Era el amanecer del 20 de marzo en Bagdad y allí cantaba un gallo anunciando a los tigres. George Bush acababa de invocar al dios de Occidente, el que le libró del alcohol y le juntó las cejas. Bajo la tormenta de acero Sadam también llamó en su ayuda a otro dios, el que gobierna el sésamo y la venganza. En ese momento ya no eran los misiles y las baterías antiaéreas, sino dos dioses monoteístas los que luchaban en el cielo del paraíso terrenal. Después de la crueldad vendrá la victoria aparente y sin duda ganará el dios más armado. Si alguno que hoy está en contra de la guerra aplaudiera a los vencedores deberá contabilizarse entre las bajas. Cuando el olvido se imponga sobre los muertos será el momento de llorar por ti mismo si has cedido a la belleza diabólica de las armas.

Manuel Vicent ( El Pais/ 23-3-03)




dilluns, de març 03, 2003

Dilluns, 3 de març



efectes especials Sembla que L'AVE segueix les petges del seu pare el Talgo i no hi ha manera que passi de Saragossa. Catenàries tallades o en mal estat, avencs de diferent fondària i tot un rosari d'entrebancs s'han fet els amos les vies. ¿Màgia o imprevisió? Alvarez Cascos (ministre de fomento) diu que "no vol discutir amb institucions científiques ( El Col.legi de Geòlegs d'Aragó, que ja havia advertit que fessin passar la línia de l'AVE passés per una zona d'avencs). Ell sabrà per què. Mentre, els viatges "promocionals" continuen oferint als convidats tot un assortit d'efectes especials perquè es distreguin. Margarita Rivière ens parla de tot això en el seu article Quiero y no puedo.(El Pais / 2-3-03)

El humor se cuela entre las desgracias acumuladas. Este es el país de Mortadelo y Filemón, pero también de El Roto. La semana ha sido, pues, de risa como consecuencia de la pena. Nada más lógico cuando el Gran Tren Maravilloso, el AVE, hace su entrada inaugural en Lleida mostrando que la Gran Velocidad del futuro equivale a la de una destartalada tartana; como en la España de Berlanga. Para mayor recochineo, todo ello sucede ante un montón de periodistas capaces de distinguir lo que es ir a 300 por hora y que concluyen, como Francesc Arroyo, que mejor ir en coche a Lleida que apostar por esa flamante y pretenciosa caja de sorpresas celtibéricas.

La parábola del AVE -recordemos los pactos y más pactos sobre el asunto, recordemos el dinero de todos invertido en el fiasco, recordemos las promesas, las tensiones, las ínfulas, los sueños vendidos, la propaganda- es la del quiero y no puedo. Algo muy actual y que define bien esta España de un Aznar, el kaiser galáctico -como lo dibuja Peridis-, lanzado a una guerra que, para empezar, nos costará el turismo; es decir, nuestra industria nacional por antonomasia. Pero ¿quién, salvo los previsibles afectados, piensa ahora en esta segura perspectiva? El quiero y no puedo habla de un venir a menos cuidadosamente empaquetado de grandeur, cuentos de la lechera y falta de inteligencia.

Cuando la dinámica del quiero y no puedo echa raíces entre aquellos que tienen la obligación de no perder el mundo de vista todo es posible. Se trata, por ejemplo, de pretender entrar en ese círculo de los happy few que dirigen el mundo -así lo explica The Economist esta semana refiriéndose a la política de Aznar- a costa de lo que sea, lo cual incluye la temeridad de intentar convencer al Papa de Roma de la bondad de la guerra preventiva. Cuando impera esa lógica, tan propia del entusiasmo por sí mismo de los nuevos ricos, cabe esperarlo todo. Medio país sigue, atónito, el espectáculo -una comedia y un drama al mismo tiempo- que se despliega ante nuestros pedestres ojos.

El quiero y no puedo se convierte así en la epopeya más chusca de nuestra historia. La realidad no acompaña, claro. La realidad es una cosa de estar por casa, a años luz de las pretensiones desplegadas. Ahí está, mala casualidad, que los famosos polvos peligrosísimos -dedicados a cometer atentados- decomisados a los supuestos miembros de Al Qaeda en Cataluña han resultado ser inocuos: en vez de productos explosivos o químicos destinados a aniquilarnos parece que se trata -lo ha dicho un test norteamericano llamado predictor, para mayor regocijo- de un detergente común.

Ahí está la enésima encuesta que coloca a este país a la cola del gasto público en investigación y desarrollo o en bienestar social. Ahí está ese intento de enredar al Parlamento -y a nosotros- con un acuerdo europeo pacificador y luego ir corriendo a sellar la alianza entre Valladolid y Tejas para invadir Irak. Ahí está Francia deteniendo en realidad a terroristas de ETA, mientras se vende que Estados Unidos es quien va a frenar el terrorismo. Ahí está la crisis económica, agazapada tras los fuegos de artificio mortíferos de una guerra tan anunciada como aún inexistente. ¡Ah, Mortadelo y Filemón! ¡Qué excelentes héroes infantiles fuisteis y qué bien retratasteis la trastienda del quiero y no puedo frente a una implacable realidad de estar por casa!

Porque esto es lo que sucede: la realidad, finalmente, es de estar por casa. De estar por casa, aunque, oh paradoja, las casas en este país sean precisamente el mayor exponente del quiero (casa) y no puedo (lograrla a un precio normal). Una risa para llorar.

cromets