dissabte, de setembre 18, 2004

Dimarts, 21 de setembre


Reset

reiniciar Aquest primer dia tardor s'ha desvetllat la terra. Ens ha fet pessigolles i 4,1 graus de tremolor. El temps just per recordar-nos qui mana aquí. I ja que hi érem, hem aprofitat per renovar el contracte de lloguer. Contínuem amb l'indefinit. Altres no tenen tanta sort.

Aquesta tarda, després de treure el cap per la finestra i veure que tot estava bé, hem sortit al carrer. L'hem trepitjat fort i amb més ganes que altres vegades. Hem après a reiniciar
.


Reiniciar

Vicente Verdú

La mayor de las grandes aportaciones de la informática no se encuentra en el hardware ni en el software, sino en una idea feliz de sus entrañas. Cualquier tecnología se corresponde con una ideología y la naturaleza de toda invención introduce en nuestra naturaleza su ración pedagógica. La imprenta nos hizo pensar en una comunicación masiva y simultánea para aprender nuevos modos de expresión. La televisión nos procuró la oportunidad de observar realidades distintas y con ello relativizar nuestras creencias, nuestros modos de comer, amar o pensar. A partir de cada técnica nos reconstituímos y, finalmente, los aparatos son tanto un producto del ser humano como el ser humano una creación de los aparatos, cuya misión suprema consiste, precisamente, en seducirnos. No ya en ser objetos útiles sino sujetos, no únicamente en ser como herramientas sino como amantes. Y especialmente aquellos que, como el ordenador, se han introducido en nuestras vidas con profundidad orgánica.

Relacionarse con un ordenador parece a primera vista algo similar al hilván que establecemos con la tele, pero pronto, un paso más, y descubrimos que el apego es mucho más íntimo y su acción más influyente. Un factor propio del ordenador, hasta ahora desconocido, tanto por la especie tecnológica como por la humana, es la solución "reiniciar". Los aparatos funcionaban y dejaban de funcionar hasta que se les reparaba o se les golpeaba. Nunca, sin intervención exterior, se recomponían. El ordenador, por el contrario, recupera su plenitud volviendo a comenzar. No hay ninguna explicación cabal para este extraordinario prodigio pero ahora vivimos normalmente con el conocimiento práctico de que para superar una adversidad basta con empezar de nuevo.

La historia personal de cada cual nos había aleccionado precisamente de lo contrario. La experiencia de nuestro pasado nos enseña siempre nuestros límites: las cosas fueron así y no hay modo de intervenir sobre su recorrido. Pero reiniciar es otra cosa: reiniciar nos hace creer en un pretérito abierto en lugar de saldado, en una existencia flexible en vez de dura, en un presente elástico, de ida y vuelta y, sobre todo, en un destino sin final, siempre al rescate.

EL PAÍS 18-09-2004

dimarts, de setembre 07, 2004

Dimarts, 7 de setembre


Los aristogatos

Màrius Serra

La desaparición de la masía de Can Girapells, en la barcelonesa plaza Maragall, ha modificado algo más que el paisaje del Guinardó. En su última época, Can Girapells era un albergue natural de gatos con ocasionales ocupantes humanos. La colonia felina ha debido reubicarse en el recóndito pasaje de Teodor Llorente, que es algo así como el trastero trasero del mercado del Guinardó, con una docena de naves industriales y la entrada posterior de una escuela.

Este pasaje, antaño privado, es de un tiempo a esta parte propiedad del excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona. Se nota porque las enormes puertas de hierro oxidado permanecen siempre abiertas, pero sobre todo porque en poco tiempo se ha transformado en una verdadera reserva natural para la fauna autóctona del Guinardó. El éxodo masivo de los gatos girapellenses ha coincidido en el tiempo con la ocupación de una de las naves por diversos perros callejeros con acompañantes humanos. Ellos han aportado una colonia de pulgas alternativas que, en cohabitación con las autóctonas, han propiciado un crecimiento espectacular de la demografía pulgosa. A esta rica fauna cabe añadir las ratas de alcantarilla, numerosas en el pasaje por la proximidad del mercado.

Antes de ser patrimonio público, el recóndito pasaje ya tuvo una gran utilidad social como contenedor de electrodomésticos inservibles, coches robados y colchones reciclados. También vivió sus momentos estelares, entre los que destaca el incendio de un coche que contenía un cadáver en el maletero. Además, hordas de niños lo invaden cuatro veces al día para entrar y salir de la cercana escuela Guinardó. Desde que el excelentísimo Ayuntamiento se hizo cargo, pensando en una futura remodelación del barrio que nunca llega, todo esto ha dado paso a una vida animal tan rica que ríete tú de la selva amazónica. Además, el pasaje es un foro multicultural donde convive una gran diversidad de bichos. Las pulgas campan a sus anchas (tienen hierba, canes e incluso rastas donde vivir); los ocupantes humanos alimentan a sus perros para que convivan pacíficamente con el ejército de gatos; el factor humano es también determinante para que los felinos dejen en paz a los numerosos, niño dixit, “hámsters con cola”, porque una concienciada vecina se ocupa de alimentarlos a base de botes y botes de Friskies. En definitiva, el pasaje es uno de los pocos espacios ecológicamente vivos que quedan en el barrio. Todo iría como una seda de no ser por los responsables de la escuela, maestros e incluso padres, que han demostrado una escasa sensibilidad animalista y se quejan reiteradamente al Ayuntamiento.

Para este curso han decidido cerrar el acceso a la escuela por el pasaje hasta que se les garantice la salubridad para que puedan transitarlo sus rapaces. Por fortuna, en el Consistorio saben que esos pequeños energúmenos son unos depredadores de aquí te espero, capaces de cargarse la fauna autóctona en menos que canta un gato. De modo que hasta ahora la única respuesta municipal ha sido enviar a una brigadilla BCNeta de tres elementos que retiraron algunos desechos pero respetaron escrupulosamente a todas las pulgas, ratas, gatos, perros y okupas que conviven en este maravilloso pasaje.

La Vanguardia/ 7-9-04